La Palabra se hace carne.

Este artículo es un extracto del publicado por el autor en la revista italiana «Jesús».

La sensibilidad posconciliar nos anima a todos, pastores y fieles, a acercarnos a la Sagrada Escritura. Para expresar la actitud espiritual ante el texto sagrado, la tradición cristiana ha creado una expresión fuerte, llena de contenido: lectio divina. Nuestra entrada en el mundo de la Escritura cobra sentido si llega a esa dimensión, en caso contrario no pasa de ser un conocimiento frío, erudición o estudio, inútil para nuestro «sentir» cristiano.

¿Es posible hacer de la lectio una realidad popular, hacerla presente en la vida de la comunidad, en la experiencia del Pueblo de Dios? No tengo una respuesta para esta pregunta. Cuando leo de nuevo los textos de la Dei Verbum me siento cuestionado y comprendo que tenemos un largo camino por recorrer. Por otra parte, entiendo que si hoy un cristiano adulto no tiene familiaridad con el mundo de Dios, no conseguirá resistir a la actual situación de fragmentación cultural y de Babel de lenguajes. Por mi parte puedo sólo compartir algunos intentos, algunas experiencias. Los expongo con sencillez, aunque sea para mostrar que no hay un camino prefijado, sino que es necesario escrutar continuamente los signos de los tiempos para comprender, en el contexto en que se vive, de qué manera el Espíritu nos guía a la realización de las opciones serias de fe.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. La Escuela de la Palabra es una iniciativa que nació sin grandes pretensiones. Hace once años, algunos jóvenes me pidieron que les enseñase a orar con la Biblia y, después de haberles dado unas pequeñas orientaciones, sintieron también la exigencia de realizar prácticamente la lectio. Así fue como comencé a proponer en 1980 la Escuela de la Palabra en la catedral. De unos pocos centenares de jóvenes que estuvieron presentes en la primera reunión, hemos pasado rápidamente a algunos millares, hasta que la cita mensual se convirtió en algo familiar para muchísimos chicos y chicas. En un determinado momento, ya no cabían en la Catedral. Recuerdo con qué seriedad, con cuanto silencio aquellos jóvenes escuchaban y meditaban la Palabra.

Por mi parte, insistía en que la auténtica lectio, comienza cuando, terminada la explicación del texto, se pasa al silencio meditativo, sin cantos y sin música. Era impresionante constatar el silencio profundo y orante de tantos jóvenes reunidos juntos. Después de cinco años en la Catedral, dado que el número de participantes continuaba creciendo, designamos veinticinco grandes iglesias de la diócesis, conectándolas a través de la radio. Yo dirigía la lectio a través de la emisora diocesana y los jóvenes se reunían en los diversos lugares para escuchar y orar. Los frutos han sido motivo de consuelo: cerca de trece mil jóvenes han participado en la Escuela. Más tarde, deseando una mayor ampliación de la experiencia, extendimos la Escuela de la Palabra a todo el territorio de la diócesis. Perfeccionando el método gradualmente, hemos unido, a los momentos clásicos de lectio-meditatio-oratio-contem-platio, el momento del actio, es decir, una acción simbólica que concreta en la práctica el modo de actuar que se deriva de la escucha de la Palabra.

Ejercicios bíblicos para la tarde.
Entre las muchas iniciativas posibles, ésta me pareció especialmente útil para los adultos. Los Ejercicios se hacen durante seis tardes consecutivas, proponiendo la lectio de un texto. Yo los he dirigido en la Catedral varias veces: un año leyendo durante toda una semana el texto de la multiplicación de los panes; otro leyendo el texto del lavatorio de los pies (Jn 13), otro con el episodio del milagro de Cana (Jn 2).

Son centenares ya las parroquias que han hecho y repiten la experiencia de los Ejercicios para la tarde. La gente, incluso la más sencilla, se acerca a la iglesia con la Biblia, toma gusto al acercarse a los textos sagrados, a pasar momentos de oración y de silencio. Lo importante es no aprovechar el tiempo de los Ejercicios para una predicación o para una homilía más.

Carlo Maria Martini es un hombre apasionado por la Biblia. Y en su ministerio episcopal ha procurado acercar la Biblia a la parcela del Pueblo de Dios que le ha tocado en suerte. La Escuela de la Palabra, en la que participan miles de jóvenes, y los Ejercicios Bíblicos han sido dos medios concretos de los que se ha servido para que la Palabra se haga Vida en la vida de los cristianos.