Cuando hace ya un tiempo se planteó en la empresa a la que he pertenecido durante 36 años, la posibilidad de pasar a una denominada prejubilación, a una edad relativamente temprana, cual era los 58 años, yo inicié un proceso de mentalización personal, analizando las posibles ventajas y también los inconvenientes de esta decisión y cambio radical en mi vida.
Este período de reflexión interior es importante y merece la pena vivirlo y afrontarlo con serenidad y realismo.
Una vez asumida la decisión del cambio que se va a producir, es necesario ir preparando un programa de acciones o actividades a desarrollar por la persona en cuestión.
Al ir elaborando aunque sea mentalmente este programa, los objetivos a fijar han de tener en cuenta no sólo las propias apetencias de la persona, sino la utilidad y servicio que pueda desempeñar hacia los demás.
Enseguida tomé contacto y empecé a colaborar con Cáritas-lVIadrid, la cual en su Programa Diocesano de Paro y Conciencia Social tiene, entre otras actividades, la de promover y en algunos casos financiar acciones formativas para facilitar el empleo, a personas que por su escasa preparación tienen serias dificultades de colocación.
Paralelamente con esta actividad, con el Movimiento de Hermandades del Trabajo, del que soy afiliado hace tiempo, estoy colaborando en la constitución de un SOIE (Servicio de Orientación e Información para el Empleo) en la sede que Hermandades tiene en el Barrio del Pilar, actividad ésta última enclavada también en el Programa de Paro y dirigido a personas con graves problemas humanos.
Complementariamente a estas acciones, he colaborado como profesor del área de los Recursos Humanos en algunos cursos financiados por el lMAF y coordinados y dirigidos por la Fundación Labora (adscrita a Cáritas} que tuvieron como destinatarios personas perceptoras del (Ingreso Madrileño de Integración)
Las palabras del Evangelio sobre los talentos han hecho mella en el que suscribe. Esto es la verdadera motivación que alimenta mi compromiso como jubilado y como cristiano.
Por otro lado estimo que hacer algo por los demás es un acto de gratitud y obligación para con la sociedad que te facilitó unos medios y unas posibilidades de cultura, bienestar, etc.
En Hermandades tenemos un lema: “Trabajar para los demás: Un acto de justicia”.
Pero estoy recibiendo mucho a cambio de mi pequeña colaboración, como el conocer otras realidades distintas de la sociedad en la que vivo y tratar con personas muy generosas y entregadas a situaciones de pobreza y marginalidad, o la posibilidad de ser útil dedicando parte de mi tiempo o estas instituciones ya personas que a ella acuden solicitando orientación y ayuda.
Y todo esto por aportar nada más que el tiempo al que ya he aludido y la experiencia profesional y humana adquirida a través de los años.