En nuestro noviciado, cuando yo era un novicio con los Oblatos de María Inmaculada, nuestro director asistente de noviciado, un hombre sincero, aunque demasiado severo, nos advirtió del peligro de tener demasiada ligereza en nuestras vidas, diciéndonos que no hay ningún hecho registrado en las escrituras de Jesús riéndose. Yo era un novicio piadoso, y aun así, eso no me cayó bien. Revisé los Evangelios tratando de demostrar que estaba equivocado, y nos enteramos de que, técnicamente, tenía razón. ¿Pero, la tendría de verdad?
Un par de años más tarde, durante mis estudios en el seminario, leí un libro escrito por Peter Berger, titulado “Un Rumor de Ángeles”, en el el autor trata de señalar algunos lugares dentro de nuestra experiencia cotidiana en los que tenemos indicios de lo divino, rumores de ángeles, insinúando que la experiencia ordinaria contiene algo más que lo puramente ordinario, que Dios está ahí.
El autor sostiene que una experiencia tal es como la de una madre consolando por la noche a un niño asustado, que le intenta dar seguridad al niño con palabras de calma y gestos de que no debe de tener miedo, que todo está bien, que el mundo está en orden. Al decir estas palabras, si el niño las cree, y normalmente lo hace, la madre esta, en efecto, implícitamente rezando el credo.
Otro indicio tal de lo divino, dentro de la experiencia ordinaria, sugiere Berger, es el fenómeno de la risa. Sostiene que en la risa, intuimos nuestra trascendencia: Dado que somos capaces de reír en cualquier situación, esto muestra que hay algo en nosotros que está por encima de esa situación, que es trascendente a la situación. Berger cree que en la risa tenemos un rumor de ángeles.
Karl Rahner está de acuerdo, el sugiere que la risa demuestra que estamos en buenos relaciones con la realidad y por lo tanto con Dios. La risa alaba a Dios, porque anticipa nuestro estado final en el cielo cuando sentiremos en una exuberante alegría. Al comentar las Bienaventuranzas en el Evangelio de Lucas donde Jesús dice: Bienaventurados los que ahora llorais, porque reiréis, Rahner dice que lo que Jesús está diciendo sugiere que la felicidad del estado final no solo secará nuestras lágrimas y nos dará la paz, sino que también nos llevará a la risa – "a intoxicación de la alegría". He aquí sus palabras: "Sin embargo tu reirás." Así está escrito, y como la Palabra de Dios también recurre a palabras humanas para expresar cómo será aquel día cuando todo haya sido consumado – es por eso que el misterio de la eternidad también se encuentra oculto en la vida diaria; por eso la risa de la vida cotidiana anuncia y muestra que uno está en buanas relaciones con la realidad, incluso anticipando el todopoderoso y enterno consentimiento en el que los que se han salvado dirán un día su amén a todo lo que él ha hecho y permitido que ocurra. “La risa es la alabanza de Dios, porque predice la alabanza eterna de Dios al final de los tiempos, cuando los que tienen que llorar aquí en la tierra reirán".
¿Es esto algo superficial? ¿El optimismo humano sustituyéndose por la esperanza? ¿Un espíritu optimista-disfrazado de teología? ¿La pretensión ingenua de que si soy feliz es que Dios está de mi lado? En los Evangelios, ¿hay, de hecho, un incidente registrado de Jesús riéndose?
Los eruditos en la Escritura manifiestan desde hace tiempo que no es una buena aproximación a las Escrituras la búsqueda de un texto individual para probar ó refutar una cuestión determinada. Las enseñanzas de las Escrituras se obtienen mejor al ver a las Escrituras como un todo. Y si así lo hacemos en este caso, creo que nos encontraremos con que tanto Peter Berger como Karl Rahner tienen razón. Tal y como Rahner señala, Jesús mismo enseña que la risa será parte del estado final en el cielo. ¡Tú reirás! Sin embargo, más allá de esto, el mensaje de Jesús en su conjunto nos invita a la alegría, una alegría que nadie nos puede quitar, y la risa es la expresión exuberante de esa alegría. Es la eminencia, el ápice, la joya que corona nuestro estado final en el cielo.
Por lo tanto, en la risa tenemos un rumor de ángeles en el que intuimos nuestra trascendencia. En la risa manifestamos que estamos en buenas relaciónes con la realidad, y con Dios. En la risa afirmamos, con fuerza, alegremente y al mundo, el gran mantra de Juliana de Norwich que dice que al final todo estará bien y todo irá bien, aunque nuestro mundo hoy no esté en esa situación.
Mi director asistente de novicios era un hombre maravilloso, sincero, amable y demasiado serio. La ligereza no era lo suyo y la risa no era su método preferido para implícitamente rezar el credo. El mostró su profunda fe de otras maneras, creyendo que la risa no es el único rumor de ángeles dentro de la vida ordinaria.
Sin embargo es una huella de lo divino en la vida humana. La risa, cuando es sana, cuando no es forzada o cínica, es, como Rahner dice, "una intoxicación de alegría", la alegría de nuestro estado final. Así es que, cuando nos reímos también rezamos el credo.