La tentación del «no puedo»

11 de enero de 2007

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

   

Enséñame, Señor, a comenzar de nuevo,
    a romper con lo que pasó e hice ayer,
    con lo que pensaba y creía tan convencido
    y con lo que debió ser de otra manera.
Enséñame a dejar de decirme a mí mismo
    que no puedo, cuando puedo;
    que no soy, cuando soy;
    que estoy atado
    cuando soy inmensamente libre.
Te doy gracias, Padre, porque aún no he llegado
    y tengo que caminar, seguir y seguir,
    pues el día en que me siente,
    el día en que tire la toalla,
    el día en que diga «no puedo»
    ¡estaré muerto!
No quiero descansar: ni si alcanzo la meta
    ni si la meta se me marcha más lejos que mis fuerzas.
Me basta con ser un caminante y saber que puedo.
Que nunca le verdad la tendré toda entera;
    que nunca tendré todas las respuestas;
    que siempre estará delante el misterio.
No quiero quedarme tranquilo con lo que ya he conseguido.
Ni rendido, quejándome, protestando, dándome lástima
    porque el esfuerzo no me llevó adonde yo soñaba.
No quiero conformarme con lo que ya he aprendido:
    porque en cada paso de la vida,
    en cada etapa superada,
    en cada tropiezo y cada herida
    puedo descubrir las huellas de tus pasos, siempre delante,
    que me dicen: ¡camina!
Y mientras me quede un suspiro de aliento,
    un latido para amar,
    una barrera que saltar,
    una palabra que escuchar,
    una experiencia de la que aprender,
    y a ti como compañero invisible en mi camino…
No diré nunca «no puedo»,
porque sabré que estoy vivo.

Enrique Martinez, cmf