La Tierra buena de la amistad (II)

26 de diciembre de 2007

En el recuento de esos nombres que dejan una huella por el ejemplo de sus vidas nombraré ahora a Denis Leonel. De vocación: maestro por los cuatro costados. Se desplaza 6 Km todas las mañanas por un sendero empinado que comunica con la aldea Altos de Sula, arropado por el canto de los pajarillos. Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.En su escuela, casi abandonada por las autoridades, cuenta con 51 alumnos. Abarca toda la enseñanza primaria, hace de todo y siempre da gracias a Dios porque le da la oportunidad de trabajar con los niños. Así lo confiesa: “Por las mañanas vengo por el camino muy alegre, cantando y dando gracias a Dios. Soy el maestro más privilegiado; eso es grandioso. Tengo una hija de 4 años y, si deseo lo mejor para ella, tengo que hacer lo mismo con los demás”. Su jornada empieza a las 7 de la mañana y finaliza a las 5 de la tarde. Para él no es ninguna atadura las caminatas de ida y vuelta en comparación con la satisfacción de educar y ver crecer a los niños como si fueran propios. Ha sabido motivar a los padres y a los alumnos para que no den por concluidos los estudios al llegar al sexto grado de primaria. Ha luchado por ellos, para que sigan avanzando en sus conocimientos, para que algunos alcancen la graduación.

Los padres de familia han sido sus únicos aliados, trabajando con sacrificio en el arreglo y mejoramiento del inmueble. “Por eso yo vengo a trabajar con amor”. Denis se siente orgulloso de ser maestro, de seguir con sus estudios a distancia en la Universidad Pedagógica Francisco Morazán; orgulloso de aportar su granito de arena en la formación de la infancia, de apostar tanto y tan alto por la educación. Se hizo estremecedor escuchar este relato: “Una mañana a las 7.30 se me acercó un niño pidiéndome permiso para ir a la “pulpería” (tienda de comestibles). Le pregunté al niño qué necesitaba para salir, porque acababa de entrar en el aula. “Profe, conseguí un lempira, quiero comprar una bolsita de churros porque dos días de no comer” Estas palabras marcaron mi corazón y me impulsaron a dar lo mejor. Veo la pobreza en que vive nuestra gente y hay que combatirla con todos los medios posibles. Me causaría un tremendo dolor dejar a los niños de la aldea. Si me voy, quién va a velar por mis criaturas. A la mayoría de los maestros no les gusta venir acá.

Cuando se ve la escuela “Teódulo Vazquez”, rápidamente aparece la desolación, le faltan pupitres, materiales educativos, libros, la infraestructura es muy deficiente. El Ministerio de Educación y la alcaldía se niegan en conceder una beca a los mejores alumnos, alegando falta de presupuesto. Me quedo con la entrega abnegada de Denis, con su mirada y su amor a sus alumnos. Vale la pena conocer a hombres de esta talla. Su apuesta por las escuelas en el área rural  es admirable. Mientras tanto, en otros puntos continúa la huelga y se anuncia ya la posibilidad de perder el año escolar.

Hablemos ahora de Doña Victoria, una mujer comprometida con su comunidad. Se levanta apenas nace el día para atender a sus seis hijos; dos de ellos se preparan para ir a estudiar y los demás ayudan en labores de agricultura para contribuir al sostenimiento de la vivienda en  una de las zonas rurales de Tela. A pesar de ser madre soltera, esta mujer sabe utilizar el tiempo para cumplir con todas sus tareas, asistir a reuniones y talleres de trabajo. Para Victoria, vivir en comunidad es muy importante, porque las personas se ayudan unas a otras. “Hay personas que me critican porque paso de arriba para abajo y dicen que soy muy metida. Otras me dicen que nada gano con andar de un lado a otro. Pero yo sé que es necesario estar organizados para hacerle frente a los problemas de las comunidades que están en situación de alto riesgo por desastres naturales, escasos medios para vivir, abandono, desprotección” Esta mujer recorre con su bicicleta distintos lugares invitando a sus habitantes a asistir a las reuniones, a ir creando una conciencia colectiva de solidaridad, de apoyo, de trabajo común. Es otro buen ejemplo de lucha sin tregua, de seguir en la brecha a pesar de tantas dificultades.