La tierra buena de los jóvenes.

11 de diciembre de 2007

    Hay muchos jóvenes que no están dentro de las pandillas. Jóvenes que no permiten que la calle sea su única escuela. Jóvenes que trabajan y estudian para brindarse a sí mismos un futuro mejor y una ayuda a sus humildes familias. Jóvenes que están participando activamente en la marcha de sus comunidades católicas, integrados en grupos de formación y de compromiso, construyendo sus vidas sobre la roca firme: Jesucristo. Preocupados por el clima de violencia que se respira en la sociedad, no se cruzan de brazos; se manifiestan, protestan, asumen los retos de edificar una sociedad mejor. Asisten a las iglesias y viven la cercanía de Dios. Estos jóvenes suman sólo el 20 % de los chicos y chicas católicos. La mayoría ya se han alejado de la Iglesia. La evangelización de la juventud es otro reto planteado por las comunidades católicas y  requiere esfuerzo, audacia, imaginación y fe.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Los jóvenes también han celebrado en el mes de Junio el “Mes de la Juventud”.  Durante todo ese tiempo se han redoblado las actividades, reuniones, celebraciones, encuentros. El lema que desarrollaron este quinto año fue: “Soy joven, quiero vivir”. El objetivo fue reflexionar sobre la Vida como Don de Dios. Descubrirla, valorarla, cuidarla, agradecerla, compartirla, defenderla, servirla y celebrarla, fueron puntos de discernimiento, diálogo y oración. Con los jóvenes de San Pedro Sula, participé el domingo 5 de Junio en una marcha  que se inició en el estadio Francisco Morazán y concluyó en la catedral donde celebramos la eucaristía.  Al finalizar la acción de gracias dieron a conocer su sentir y pensar a través del siguiente manifiesto:

    “Nosotras y nosotros, jóvenes, que participamos en esta marcha manifestamos, a una sola voz, en unión con nuestros hermanos hundidos en lágrimas, desangrados de tristeza y maltratados por la injusticia, nuestro deseo de proteger la vida y luchar contra todo aquello que la destruye.

    Por eso, hoy, protestamos ante la sociedad hondureña con esta marcha a favor de la VIDA, como único medio de alzar nuestra voz para poder aliviar la carga de nuestro país. Protestamos ante la VIOLENCIA, que se ha desarrollado por la poca capacidad de amar y respetar al prójimo, creando así dolor y tristeza. Protestamos ante el HAMBRE, y el alza del costo de la vida que, por intereses políticos y económicos, produce desigualdad en nuestro pueblo y que con gran desgracia va matando la vida de nuestra gente. Protestamos ante la POBREZA, causada por el egoísmo de no compartir y acaparar los bienes de la tierra.

    Hoy, esta mañana, nuestro lema es “SOY JOVEN, QUIERO VIVIR”. Es un grito con espíritu de esperanza y lucha incansable, para hacer conciencia a todos los que, siendo jóvenes, estamos unidos en este sueño para poder dejar un mejor futuro a las nuevas generaciones”.

    Para Moisés, joven con 24 años, el manifiesto no es letra sólo impresa en el papel. Le conocí cuando en una mañanita compartía su comida con un joven vagabundo de la calle y por la noche estuvo en la catedral celebrando la eucaristía. Tuve la ocasión de platicar varias veces con él y descubrir la hondura y riqueza de sus sentimientos, las actitudes evangélicas que motivaban su vida y sus acciones. “¿Por qué no voy a desprenderme de un almuerzo si este joven sólo tiene de alimento el pegamento?” Me confiesa que quiere ser consecuente con lo que cree. Compagina trabajo, estudio y actividades pastorales con responsabilidad y alegría. El ejemplo, el rostro limpio, transparente y auténtico de este joven católico me han interpelado y me ha hecho orar.