El universo funciona en parejas. Desde los átomos hasta la especie humana, la generatividad se afirma sobre la unión con otro. La felicidad, al parecer, se afirma también sobre eso. ¿Dónde quedan, pues, los solteros y los célibes? ¿Cómo pueden ser normales, generativos, felices?
Para mucha gente que vive soltera y célibe, la vida puede parecer injusta. Todo, al parecer, se establece por parejas, mientras ellos son uno. Y eso no es el único problema. Un problema posterior es que, con demasiada frecuencia, ni nuestras iglesias ni nuestra sociedad dan a solteros y célibes las herramientas simbólicas para ver su estado como donación de vida.
Consecuentemente, esas personas soleras sienten con frecuencia como que ellos estás mirando la vida desde fuera, que son anormales, que están perdiendo algo esencial en la vida. Además, a diferencia de las personas casadas y religiosos con votos, pocas personas solteras sientes que han escogido positivamente su estado de vida. Lo sienten más bien como un desgraciado alistamiento. Pocas personas solteras se sienten tranquilas y aceptadoras de su suerte. La estiman, por lo contrario, como algo provisorio, algo aún para ser superado. Raramente una persona soltera, especialmente una menor, se ve a sí misma creciendo vieja y muriendo soltera y feliz. Invariablemente, el sentimiento es: “Esto tiene que cambiar. ¡Yo no escogí esto! No me veo así para el resto de mi vida”.
Hay verdaderos peligros teniendo sentimientos como estos. Primero, existe el peligro de no tomar nunca completa y gozosamente la vida de uno ni verla como digna, de no aceptar nunca positivamente lo que uno es, de no acoger nunca el espíritu que le encaja a la vida que uno está de hecho viviendo. También, existe el peligro de sentir pánico y casarse simplemente porque el matrimonio es visto como una panacea sin ninguna posibilidad real de felicidad fuera de él.
Parcialmente, estos temores están bien fundados. Ser soltero y célibe lleva consigo una real pérdida. La negación no favorece nada aquí. Deseos piadosos o espiritualidades platónicas que privan del poder de la sexualidad no aplacan nuestras emociones ni borran el hecho de que Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. El universo funciona en parejas, y ser soltero es ser diferente, más diferente de lo que nos atrevemos a admitir. Thomas Merton, reflexionando sobre su propio estado célibe, lo expresó una vez así: “Rechazar a la mujer es faltar en mi castidad…Y todas mis compensaciones son una desesperada e inútil estratagema para cubrir esta irreparable pérdida, que no he aceptado totalmente… Puedo aprender a asumirlo en el espíritu y en amor, y ya no será irreparable por más tiempo. La cruz lo repara y transforma. La castidad trágica, que de pronto se reconoce a sí ser mera pérdida, y el miedo de que la muerte ha ganado – eso es estéril, inútil, odioso. No digo que esta sea mi suerte, pero en mi voto no puedo ver esto como una posibilidad siempre presente”. El celibato y la vida de soltero traen consigo verdaderos riesgos de inmadurez e infelicidad.
Pero, paradójicamente, admitir esta verdad es el primer paso para empezar a vivir positivamente lejos de esos peligros. La sexualidad es una dimensión de nuestra auto-conciencia. Nos despertamos a la conciencia y nos sentimos nosotros mismos, a cada nivel, como amputados, sexuados, separadas mónadas solitarias y sufriendo por la unidad. El celibato es ciertamente una falta en nuestra humanidad.
Sin embargo, ser célibe y soltero no significa necesariamente que uno sea asexual o estéril. Hoy se da frecuentemente la impresión de que no existe la felicidad fuera de la unión sexual. Eso es algo superficial y erróneo. La sexualidad es nuestro paseo interior hacia la unión, comunidad, familia, amistad, afecto, amor, creatividad, placer y generatividad. Somos felices e íntegros cuando estas cosas están en nuestras vidas, no en base a si dormimos solos o no. La vida de soltero célibe ofrece sus propias oportunidades para llevarlas a cabo. Dios nunca cierra una puerta sin abrir otras muchas. Por ejemplo, cuando nuestra cultura admite que es más fácil encontrar a un amante que a un amigo, reconoce también que la sexualidad humana y la generatividad son más que biológicas.
Hay otras maneras de ser saludablemente sexual, de lograr un embarazo o embarazar, de ser madre o padre, de gozosa intimidad sexual. Sexualidad, amor, generatividad, familia, gozo, deleite tienen múltiples modalidades.
En los primeros años de mi ministerio, atendí como director espiritual a un joven que estaba discerniendo entre el matrimonio y el sacerdocio. Su gran duda sobre si decidirse por el sacerdocio era causada por un temor particular: “Siempre he tenido miedo de ser sacerdote porque el celibato significará morir solo. Mi padre murió cuando yo tenía 15 años, pero murió en los brazos de mi madre. Siempre me he resistido al celibato porque quiero morir como mi padre murió: en los brazos de una mujer. Pero, meditando un día en la vida de Cristo, me impactó que Jesús había muerto solo; amado, pero en los brazos de nadie. Él estaba solo, pero fuertemente unido a todos de una manera diferente. ¡Me impresionó que eso también podía ser una buena manera de morir!”.
Puede ser, pero solo si primero, como Merton afirma, la cruz nos repara y transforma.