Hay pocos estudios sobre espiritualidad del envejecimiento que sean más agudos que el libro de James Hillman, “The force of Character”. Hillman, irónicamente, fue más bien crítico con la espiritualidad cristiana que simpatizante; aún con sus brillantes reflexiones sobre el diseño natural y el intento de ofrecer perspectivas en la espiritualidad del envejecimiento a menudo eclipsa lo que se funda en escritos cristianos.
Hillman comienza su libro, un discurso sobre la naturaleza del envejecimiento, con una pregunta: ¿Por qué la naturaleza diseñaría las cosas de manera que como humanos tan solo alcanzamos la cúspide de nuestra madurez y finalmente una genuina comprensión de nuestras vidas, cuando nuestros cuerpos comienzan a fallar? ¿Por que sufrimos tal cantidad de achaques según envejecemos? Es unicamente una broma cruel o tiene la naturaleza una intención específica en mente cuando hace esto así? ¿Cuál sería esa intención de la naturaleza cuando los achaques y las debilidades físicas de la edad comienzan a hacer estragos en nuestros días y noches?
Contesta esta pregunta con una metáfora: El mejor vino tiene que se envejecido y sazonado en viejos barriles agrietados. Esta imagen por supuesto que necesita una pequeña explicación. Todos conocemos la diferencia entre un sabroso vino envejecido y uno a medio hacer que aún podría necesitar un tiempo de maduración. Lo que no captamos tan inmediatamente es cómo el vino viejo se hace tan sabroso, por qué proceso ha pasado para dejar el fuerte sabor de su juventud
Por consiguiente la metáfora de Hillman lo expone brillantemente: Nuestros cuerpos físicos son los contenedores donde nuestras almas adquieren sabor y madurez; y nuestras almas fermentan y maduran con mayor profundidad cuando nuestros cuerpos comienzan a mostrar sus grietas más que cuando son físicamente más fuertes y completos, algo así como John Updike escribió después de experimentar una enfermedad mortal. Para Updike, hay algunos secretos que permanecen escondidos para los sanos. Para Hillman hay un camino de profunda maduración que también permanece escondido cuando gozamos de salud.
Con este punto de vista fundamental en este campo, Hillman a continuación en cada capítulo de su libro se centra en un aspecto del envejecimiento, un aspecto de la pérdida de la plenitud de nuestra juventud y muestra como está diseñado para ayudar a dar sabor y madurez. Y desde que se enfrenta a varios fallos, podemos esperar lo que sigue será un poner los pies en la tierra, y lejos de lo glamouroso.
Así, por consiguiente, comienza el capítulo primero con esta cuestión: ¿Por qué sucede esto, según envejecemos, encontramos mayores dificultades para dormir de una vez toda la noche y en su lugar nos despertamos con la necesidad de ir al baño y atender la llamada de la naturaleza? ¿Cuál es el deseo o intención de la naturaleza a hacer esto?
Hillman responde con otra aguda analogía: En los monasterios, los monjes se levantan cada noche mientras aún está oscuro y practican un ejercicios que llaman “Vigilia”. Si les preguntas por qué no rezan durante el día para evitar tener que levantarse en mitad de la noche, dirían que este ejercicio tan particular debe hacerse en la noche, en la oscuridad, en el estado de ánimo específico que ofrece la noche. La noche, las oscuridad, y los sobrios ángeles que atrae no pueden replicarse artificialmente durante el día, a la luz. La luz trae un estado de ánimo más soleado y hay determinadas cosas que no enfrenta a la luz del día, sino cuando la oscuridad nos las pone delante.
Así, ¿qué es lo que sucede cuando nuestros envejecidos cuerpos nos levantan de la cama por la noche para atender la llamada de la naturaleza? Atendemos la llamada de la naturaleza y en muchas ocasiones no somos capacez de volver a dormirnos inmediatamente. En lugar de ello, nos acostamos en nuestras camas tratando de volver al sueño cuando algo no querido e involuntario sucede. Recibimos la visita de la mítica diosa de la noche, y no viene sola, sino que trae consigo a sus hijos: las heridas abiertas, los resentimientos permanentes, las paranoias involuntarias, la sombra de nuestros miedos, y una manada de otros espíritus oscuros que podemos evitar normalmente y con quienes rehuimos enfrentarnos cara a cara cuando las luces están encendidas. Pero ahora, en la oscuridad, incapaces de dormir, no tenemos otros remedio que tratar con ellos, y tratando con ellos, haciendo las paces con Nix y sus hijos, ayuda a dar solera a nuestras almas y nos ayuda a adquirir en una madurez más profunda.
Los monjes saben esto y de esta manera, cada noche, se citan en un encuentro con el dios de la noche. No lo invocan y por supuesto que podrían incluso ofenderse por esta referencia a su oración nocturna como una visita de míticos dioses, pero su sabiduría espiritual refleja este aspecto de la naturaleza. Ambos, naturaleza y monjes saben que hay ciertos trabajos dentro del alma que sólo pueden hacerse en la oscuridad de la noche.
Los monjes tienen secretos que merece la pena conocer y la naturaleza eventualmente nos los muestra, queramos o no aprender la lección. La naturaleza, de vez en cuando, nos convierte en monjes: nuestros envejecidos cuerpos por un momento se convierten en celdas monásticas dentro de lo más profundo de nuestras almas, adquiriendo sabor y madurez, como el vino de cada temporada es metido en viejos barriles agrietados.