Las manos

23 de abril de 2010

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.    “En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.” (Mt 28, 9)

    “… se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. (Jn 20, 19-20)

    “Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente».” (Jn 20, 27)

    Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. (Lc 24, 30)

    Manos que palparon, y que abrazaron. Manos que mostraron los trofeos de la Pasión. Memoria del gesto más emblemático, la fracción del pan.

    Jesucristo resucitado no es un fantasma. “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo” (Lc 24, 29).

    Sin quitar realismo a estas experiencias del Resucitado, podemos entenderlas mejor desde lo que narra Santa Teresa que le sucedió a ella misma  después de comulgar.

    “Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural.” (Santa Tersa, Relaciones 35)

Para nosotros, por el gesto que permanece en la Iglesia de la fracción del pan, sigue siendo posible la certeza de la presencia del que quiso darse a conocer a los discípulos de  forma tangible.

Muchos han tenido la gracia, y son testigos de experiencias interiores, de poner sus manos en las heridas del prójimo y haber sentido el gozo inmenso de percibir la presencia del Señor en los más pobres.