Las mentiras y el pecado contra el Espíritu Santo

13 de enero de 2025

Las mentiras y el pecado contra el Espíritu SantoNo hay nada tan peligroso para la mente y la moral como mentir, como negar la verdad. Jesús nos advierte sobre un pecado imperdonable: la blasfemia contra el Espíritu Santo.

¿Qué es este pecado? ¿Por qué no se puede perdonar? ¿Y qué tiene que ver con mentir?

El contexto de esta advertencia es el siguiente: Jesús acababa de expulsar a un demonio. Algunos de los que lo presenciaron creían firmemente que solo alguien enviado por Dios podía hacer algo así. Sin embargo, odiaban a Jesús. El hecho de verlo expulsar un demonio era una verdad incómoda para ellos, tan incómoda que decidieron negar lo que habían visto con sus propios ojos. A pesar de saber que estaban mintiendo, dijeron que Jesús había expulsado al demonio con el poder de Beelzebú, el príncipe de los demonios.

Jesús trató primero de hacerles ver su mentira, apelando a la lógica: si Beelzebú expulsa demonios, entonces el reino de Satanás está dividido y no puede sostenerse. Pero ellos insistieron en su mentira. Fue en ese contexto que Jesús dio esta advertencia sobre un pecado que no puede ser perdonado porque blasfema contra el Espíritu Santo.

¿Qué significa esta advertencia?

Aquellas personas negaron una realidad que habían visto porque aceptar la verdad era demasiado difícil. Negaron la verdad siendo conscientes de que estaban mintiendo.

Cuando contamos nuestra primera mentira, todavía sabemos que estamos mintiendo, y eso nos permite arrepentirnos. Pero si seguimos mintiendo y negando la verdad, podemos llegar a un punto en el que creemos nuestra propia mentira. Entonces, lo falso se convierte en verdad para nosotros, lo malo parece bueno, y lo oscuro parece luz.

En ese momento, el pecado se vuelve imperdonable, no porque Dios se niegue a perdonarnos, sino porque nosotros ya no queremos ese perdón, ni siquiera creemos necesitarlo.

Cada vez que mentimos o negamos la verdad, deformamos nuestra conciencia. Si persistimos, nuestra alma puede llegar a un punto en el que lo falso nos parezca verdadero, el mal nos parezca virtud, y el infierno nos parezca el cielo.

El infierno no es una sorpresa desagradable para alguien honesto. Es el resultado de una vida de deshonestidad prolongada, de negar la realidad durante tanto tiempo que llegamos a aceptar la mentira como la única verdad.

En el infierno no hay personas arrepentidas deseando una segunda oportunidad. Si alguien está allí, aunque sufra internamente, seguirá sintiéndose superior, despreciando la ingenuidad de quienes vivieron honestamente y están en el cielo.

¿Cómo es esto una blasfemia contra el Espíritu Santo?

San Pablo, en su carta a los Gálatas, describe dos formas fundamentales de vivir:

1.Fuera del Espíritu de Dios: Esto ocurre cuando vivimos en infidelidad, idolatría, odio, divisiones y deshonestidad. La mentira nos conduce a este camino.

2.Dentro del Espíritu de Dios: Esto sucede cuando vivimos en caridad, paz, paciencia, bondad, fidelidad, amabilidad y pureza. Y para vivir así, debemos ser honestos.

Cuando mentimos, negamos la realidad y la verdad. Al hacerlo, nos apartamos del Espíritu de Dios y lo despreciamos, lo que equivale a una blasfemia.

El peligro de las mentiras en nuestro mundo

Satanás es el príncipe de las mentiras. Por eso, uno de los mayores peligros de nuestra época es la cantidad de mentiras, desinformación y negación de la realidad que vemos a diario, especialmente cuando la verdad no nos resulta cómoda.

Negar la realidad destruye nuestra alma, rompe nuestras comunidades, pone en peligro el futuro del planeta y daña nuestra salud mental.

Cuando se niega algo que ha sucedido, como reescribir la historia para borrar una verdad dolorosa, o decir que lo que viste con tus propios ojos no ocurrió, no solo se deshonra a las personas afectadas, sino que se atenta contra la cordura de toda una sociedad.

Negar hechos como el Holocausto, la existencia de la esclavitud o la tragedia de Sandy Hook no solo deshonra a millones de personas, sino que afecta profundamente la sanidad mental de una cultura entera, incluyendo a quienes perpetúan esas mentiras.

Negar la verdad no solo destruye su propio sentido, sino también nuestra capacidad de vivir en paz con la realidad.

Artículo Original en Inglés