V Sábado de Cuaresma
(Ez 37, 21-28; Jn 11, 45-57)
28 de marzo, 500 aniversario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús
Las moradas del Señor
Durante toda la Cuaresma hemos venido acompañándonos con enseñanzas de Santa Teresa de Jesús. Hoy, a punto de comenzar la Semana Santa, la Providencia nos permite celebrar el 500 aniversario del nacimiento de Teresa Sánchez de Cepeda y de Ahumada, hija de D. Alonso y de Dña. Beatriz, que nació en Ávila, el 28 de marzo de 1515.
La lectura del Evangelio, de nuevo providente, nos sitúa en Betania -“Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él” (Jn 11, 45)-, y el profeta Ezequiel nos aventura la promesa de Dios, de introducirnos en el santuario: “Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Ez 37, 27).
Si hay una enseñanza de la doctora mística para todo creyente es el libro del Castillo interior, o de las Moradas, en el que desarrolla un itinerario posible de oración a lo largo de siete estancias. Bien se pueden comparar estas moradas con el espacio de Betania, con el santuario que cada uno somos, donde mora el Señor del castillo, quien nos invita a tratar con Él.
Si quisiéramos rendir un homenaje adecuado a la maestra espiritual, el mejor que podríamos hacerle, precisamente en los próximos días, es decidirnos a entrar en el castillo, que somos nosotros mismos, cuya puerta no es otra que la oración. Nadie está excluido de esta posibilidad, y todos tenemos la libertad de entrar y de salir por las numerosas habitaciones y moradas, donde mantener el trato de amistad con Jesucristo en los días de su Pasión.
Podrás tener oración vocal, con la recitación de expresiones piadosas, que si se dicen con consideración pueden conducir a la más alta contemplación. Podrás meditar en los pasos de Pasión, en las escenas que narran los evangelios, y que nos muestran al Señor sufriendo escarnio, juicios, traiciones, burlas, condena injusta, y moverte a compasión. Podrás retirarte a un lugar apartado, más recogido, donde vivas unos días de silencio y desierto, con deseos de acompañar al Señor, y sobre todo por dejarte acompañar por Él.
Atrévete a ser Betania para Jesús, que a su vez tú mismo te sentirás en el espacio donde celebrar la amistad más íntima. La Santa nos recomienda, en las más altas moradas, ser al tiempo Marta y María, como obsequio al mejor huésped. “Creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer” (Moradas VII, 4, 12)
Fíjate en la síntesis que hace santa Teresa, cuando se trata del amor: “Entiendo yo aquí que pide hacer grandes obras en servicio de nuestro Señor y del prójimo, y por esto huelga de perder aquel deleite y contento; que aunque es vida más activa que contemplativa y parece perderá si le concede esta petición, cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María; porque en lo activo y que parece exterior, obra lo interior, y cuando las obras activas salen de esta raíz, son admirables y olorosísimas flores” (Los Conceptos del Amor de Dios 7, 3).