C = Conversión, la cuaresma es un tiempo propicio para tomar decisiones importantes. Es la oportunidad de convertirse a los mejor de sí mismo. Pone delante de nosotros la novedad apasionante del proyecto de vida de Jesús. La liturgia nos evoca historias de superación y transformación; historias de líderes que se encuentran con el Dios vivo, que se enamoran de su palabra, que se sienten tocados por la situación de su pueblo y actúan. Cuaresma es la propuesta de un itinerario de superación personal y social, de desarrollar los dones de naturaleza y de gracia. Se expresa en prácticas de piedad como el rezo del viacrucis; también en prácticas de ayuno, de compartir los bienes. Hay quien decide dejar de fumar o no beber alcohol durante esta etapa del camino… La vida como viaje, como camino y peregrinación de la fe y de la esperanza, es una metáfora recurrente y representativa de la vida misma en su dimensión temporal.
U = Unidad y comunión en la comunidad de los creyentes en cuanto comunidad de peregrinos y pecadores, necesitados y llamados al perdón y la reconciliación. Cuaresma es tiempo creador la comunidad, de cohesión y pertenencia. Nos unimos en la celebración comunitaria de la penitencia. Recorremos juntos la dimensión doliente de la vida de Jesús, en la cual descubrimos el sentido de nuestras heridas y dolores. Celebramos juntos la Eucaristía que es el gran sacramento del amor en el que se concentran los signos de la vida cotidiana: la celebración, la comunidad, la palabra, la comida con pan y vino…
A = Adoración. Jesús retoma las prácticas de la piedad judía, singularmente la oración. Jesús enseña a orar no como un do ut des. El critica la exhibición también en la forma de orar. En su forma de referirse al Padre nos ofrece el ejemplo de cómo orar y reconocer al Dios que nos transciende infinitamente. Nos enseña a estar ante el Padre, a reconocerlo. Las vicisitudes de la vida de cada día se convierten en los signos de la Presencia. La imagen del alfarero es una expresión profética de la vida en manos de Dios. Somos barro y somos el milagro de vida misma.
R = Relato intenso del camino de los discípulos tras las huellas de Jesús. Recuerdo de la acción y la palabra de Dios en la vida. A partir de ahí la cuaresma nos invita a actualizar nuestro proceso de iniciación cristiana a partir del bautismo, sacramento de la fe. El paradigma de los discípulos en torno a Jesús, escuchando, dejándose formar, reconociendo sus lentitudes y sus torpezas es referencia en el camino de la cuaresma. Rehacemos la memoria bautismal de la Iglesia y de cada uno de los bautizados en el misterio pascual.
E = Escucha, los discípulos escuchan la enseñanza del Maestro de Nazaret. Se sorprenden. Progresivamente van aprendiendo. Es un proceso lento, lleno de torpezas. Jesús mismo los reprende, pero los comprende. La vida de los bautizados está forjada a ejemplo de la vida de Jesús. Jesucristo es maestro de la nueva forma de vivir. Lo muestra en su praxis y en su palabra. Todos los gestos del Mesías son ejemplo para los discípulos, evangelio. Ellos recrean su vida y su misión en la escucha de la palabra de Dios encarnada en la historia de Jesús. Ellos reciben el testamento de su amor y continúan su misión por la inspiración y el dinamismo del Espíritu.
S = Seguimiento de la forma de ayunar y de orar de Jesús. El sentido del ayuno en la tradición judía era un modo de convencer a Dios a nuestro favor; vestir el saco, dormir en el suelo, era una manera de comportamiento para encontrar a un Dios benigno. Jesús le da poco relieve. Defiende a los discípulos que no ayunan. Pablo ni lo menciona. A las palabras de Jesús que dicen que el demonio solo es expulsa con la oración, se ha añadido tardíamente la expresión del ayuno. Dios no quiere el dolor; no se complace en el ayuno. Esperamos el final de todo ayuno. El sentido es: alegrar al hermano dándole el fruto del que nosotros nos privamos. La figura profética del siervo rehabilitado por Dios es una historia representativa de esta actitud cuaresmal.
M = Mirada del Dios Padre, aprendemos a vivir bajo la mirada del amor del Padre. La mirada de amor hace nacer lo mejor de nosotros mismos, nuestra mejor generosidad, nuestra mejor identidad a la que estamos llamados. El Dios Padre e Hijo y Espíritu es comunión de amor. El amor se constituye en relación. El misterio de la Trinidad está reflejado en nuestra vida humana. Dios Padre es generador del Hijo, es expansivo, es fecundidad y generatividad. El Hijo es amor filial y fiel al Padre en el dinamismo el Espíritu. El Espíritu de amor recíproco es felicidad. Cuando nosotros experimentamos la fecundidad, la fidelidad y la felicidad estamos siendo espejos de la vida de la Trinidad Santa. Los salmistas nos muestran cómo expresar la añoranza y gozo de vivir bajo la mirada entrañable de Dios. Juntamente con ellos en el itinerario cuaresmal recordamos y proclamamos las maravillas de Dios.
A = Alegría, la cuaresma es camino hacia el gozo pascual. La alegría es criterio de nuestra autenticidad cristiana. Se trata de la alegría del encuentro progresivo con el misterio de Cristo, cultivada en la escucha asidua de las grandes historias bíblicas. Para ello se necesita tener bien actualizados los “audífonos”. La audición requiere tiempo, requiere silencio interior. Se ejercita también la ascética del diálogo. El camino cuaresmal es oportunidad y llamada a profundizar en las actitudes y consejos de Jesús que son un auténtico don del Espíritu. Se nos proponen a ritmo semanal y diario. Es el camino de la iniciación cristiana, que, partiendo del agua bautismal, nos conduce a la renovación de las promesas y a la confesión de fe en la Vigilia Pascual. La luz recibida en el bautismo y simbolizada en la vela que encienden los padres, se alarga y vuelve a conectar con el gran cirio pascual.