Estoy seguro de que muchos de ustedes conocen la serie de televisión sobre la vida de Jesús llamada The Chosen (Los Elegidos). Se lanzó en 2019, ha estado en cines y plataformas de streaming desde entonces, y ya supera los 200 millones de espectadores. Se ha traducido a 50 idiomas y tiene 13 millones de seguidores en redes sociales. Curiosamente, alrededor del 30% de su audiencia no es cristiana.
La serie fue creada y producida por Dallas Jenkins, un cristiano evangélico con una gran apertura hacia otras confesiones y religiones. El papel de Jesús lo interpreta Jonathan Roumie, un católico romano practicante. Y el Jesús que él presenta en The Chosen resulta algo distinto al que estamos acostumbrados a ver en otras películas: es más cercano, más humano. Y eso ha tenido un impacto interesante.
¿Y cuál ha sido ese impacto? Joe Hoover, un sacerdote jesuita, escribió lo siguiente en un reciente número de la revista America:
“He sido cristiano bautizado durante 53 años, estudié en una escuela católica y llevo más de dos décadas en una orden religiosa que lleva el nombre de Jesús… y la serie The Chosen ha hecho por mi comprensión y vivencia de la vida de Cristo y sus discípulos cosas que nada más había logrado. Ninguna homilía, ninguna exhortación teológica, ningún título académico, ninguna clase sobre Juan, Marcos o Lucas, ningún taller de espiritualidad, ni siquiera un retiro de 30 días basado en la Biblia ha logrado que los Evangelios me lleguen tanto al corazón ni que Cristo y sus seguidores se me hagan tan reales y cercanos como lo ha hecho esta serie.”
Yo podría decir lo mismo. The Chosen ha tenido en mí un efecto parecido. Como Joe Hoover, fui bautizado de bebé, me crié en la fe católica, formo parte de una orden religiosa, tengo estudios en teología, he asistido a toda clase de talleres de espiritualidad y he estudiado los Evangelios guiado por algunos de los mejores expertos. Y aun así, esta serie me ha mostrado un rostro de Jesús que no había encontrado en todo ese recorrido. Me ha ayudado a rezar, a relacionarme con él de una manera más viva.
En resumen, esto es lo que The Chosen ha hecho por mí: me ha presentado a un Jesús con el que realmente quiero estar. ¿No deberíamos querer estar siempre con Jesús? Por supuesto. Pero siendo sinceros, el Jesús que a menudo se nos presenta no es alguien con quien uno desee pasar tiempo a solas, alguien con quien uno se sienta cómodo, sin necesidad de fingir nada.
Por ejemplo, el Jesús que solemos ver en muchas películas carece de calidez humana. Es distante, serio, como de otro mundo, excesivamente piadoso, y con una mirada que te hace sentir culpable por tus pecados, porque fueron la causa de su crucifixión. Ese Jesús nunca sonríe, no parece traer alegría al mundo, ni iluminar una habitación con su presencia. No es un Jesús con el que uno se sienta a gusto.
Lamentablemente, ese también es el Jesús que muchas veces se nos ha presentado en las homilías, en la catequesis, en los grupos de formación, en clases de teología y en algunas espiritualidades populares. Ese Jesús, aunque nos transmite verdades profundas, sigue siendo demasiado divino, demasiado perfecto, demasiado “intocable” como para poder estar a gusto con él en un plano humano. Lo admiramos, quizás lo adoramos, confiamos en él al punto de entregarle la vida (que no es poco). Pero no es el Jesús con quien elegiríamos sentarnos a comer, o con quien quisiéramos irnos de vacaciones. Es más fácil tenerlo como maestro admirado que como amigo íntimo. Ni hablar de un Jesús con quien compartir el alma como lo haríamos con un ser querido.
Esto no es una invitación a “humanizar” a Jesús de manera superficial, como a veces se intenta hoy en día, mostrándolo simplemente como un buen hombre que predicaba el amor pero sin reflejar la verdad exigente de Dios. Eso no es lo que hace The Chosen. Ni mucho menos.
La serie nos muestra a un Jesús cuya divinidad no se pone nunca en duda, pero que al mismo tiempo es cálido, cercano, con una humanidad que te hace sentir bien en su presencia; incluso te atrae hacia ella. Al ver The Chosen, nunca dudas de que Jesús está unido de forma única y profunda con su Padre, ni de que nos transmite la verdad de Dios sin rebajarla. Pero este Jesús también trae consigo la sonrisa de Dios, su ternura, su bendición… cosas que muchas veces echamos en falta en nuestra vida.
La gran mística Juliana de Norwich describió una vez a Dios así:
“Dios está en el cielo, completamente relajado, con un rostro que parece una maravillosa sinfonía.”
Entre muchas cosas, The Chosen nos muestra ese rostro relajado de Dios, ese que tanto necesitamos… y que tan pocas veces se nos presenta.