En cierta ocasión, un hombre se acercó a Sócrates y le dijo:
-Tengo que contarte algo muy serio de un amigo tuyo.
Sócrates le miró profundamente con sus ojos de sabio y le preguntó: -¿Ya has pasado lo que me quieres contar por la prueba de los tres coladores?
-¿Qué prueba es esa? -le dijo desconcertado el hombre.
-Si no lo sabes, escúchame bien. El primero de los tres es el colador de la verdad. ¿Estás completamente seguro de que es cierto lo que me quieres contar?
-En realidad, seguro, seguro, no. Creo que es cierto porque lo escuché de un hombre muy serio, que no acostumbra decir mentiras.
-Si eso es así, con toda seguridad que no lo pasaste por el segundo colador. Se trata del colador de la bondad. Eso que me vas a contar, ya que no estás seguro de que sea verdad, por lo menos ¿estás seguro de que me hará bien?; ¿Crees que es bueno que yo lo oiga?"
Respondió el otro: "Precisamente bueno, no, más bien lo contrario."
Sócrates lo miró compasivamente y siguió diciéndole:
-Aunque hubieras pasado lo que quieres decirme por estos dos primeros coladores, todavía te faltaría el tercero, el de la utilidad. ¿Estás seguro que me va a ser realmente útil lo que quieres contarme?
-¿Útil? En verdad que no.
-¿Ves? –le dijo el sabio-, si lo que me quieres contar no sabes si es verdadero, y ciertamente no es ni bueno ni provechoso, prefiero que no me lo digas y lo guardes sólo para ti.
Santa Cecilia, virgen y mártir
Lc 19,45-48. Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”.