Nikos Kazantzakis sugirió una vez que hay tres clases de almas y tres clases de oración.
- Soy un arco en tus manos, Señor, lánzame, no sea que me atrofie.
- No me estires más, Señor, que me voy a romper.
- Estírame más, Señor, ¡qué importa si me rompo!
Cuando observo la vida, yo también veo tres grandes luchas, no muy diferentes de las que tan poéticamente nombró Kazantzakis. Y cada una de ellas tiene un nivel correspondiente al del discipulado Cristiano. ¿Cuáles son esas grandes luchas y esos niveles de discipulado? Hay tres fases principales en nuestro camino humano y espiritual:
- Discipulado Esencial – La lucha para mantener nuestras vidas cabales.
- Discipulado Generativo – La lucha por entregar nuestras vidas
- Discipulado Radical – La lucha por entregar nuestras muertes
Discipulado esencial y la lucha para mantener nuestras vidas cabales es nuestra tarea principal en la vida. A partir de nuestro primer aliento, nos esforzamos por encontrar una identidad y encontrar la plenitud y la paz. Hemos nacido en un hospital y luego somos llevados a casa donde tenemos unos padres, una familia y un lugar que es nuestro. Este período de nuestra vida, la infancia, está destinado por Dios y la naturaleza para ser un tiempo seguro. Cuando somos niños, nuestras luchas fundamentales aún no han comenzado. Sin embargo, eso va a cambiar dramáticamente en la pubertad.
En pocas palabras, la pubertad está diseñada por Dios y la naturaleza para echarnos fuera de nuestros hogares en la búsqueda de un hogar que nuevo construido por nosotros mismos. ¡Y por lo general esta etapa hace bien su trabajo! Nos golpea con una fuerza y una violencia que acaba con nuestra infancia y nos envía, inquietos, sexualmente orientados, llenos de sueños de grandeza, sin embargo, confusos e inseguros, en busca de un nuevo hogar, uno que tenemos que construir para nosotros mismos. Esta lucha, el estar inquietos, expulsados de nuestro primer hogar, en la búsqueda de un lugar para llamarlo de nuevo nuestro hogar, es el trayecto del discipulado Esencial.
Lo más normal es que encontremos ese camino a nuestra nueva casa. En un momento concreto ponemos nuestros pies en la tierra. Nos encontramos "en el hogar" de nuevo, es decir, un lugar para vivir que es nuestro, un trabajo, una carrera, una vocación, un cónyuge, hijos, una hipoteca, una serie de responsabilidades, y un cierto estatus y una identidad. En ese momento, la lucha fundamental de nuestra vida cambia, aunque puede tomar años para que nos demos cuenta en forma consciente y lo aceptemos. Nuestra pregunta, entonces, ya no es: "¿Qué hago para mantener mi vida cabal?" Más bien, se convierte en: "¿Cómo puedo entregar mi vida más profundamente, más generosamente, y de manera más significativa?" En esta etapa, entramos en la segunda fase del discipulado.
El discipulado generativo y la lucha por entregar nuestras vidas es una etapa a la que la mayoría de las personas llegan en algún momento durante sus veinte o treinta años, aunque algunos tardan más en cruzar ese umbral. Por otra parte, el paso nunca es absoluto y completo, la lucha por la auto-identidad y satisfacción personal nunca desaparecen por completo, sino que, en cierto momento, comenzamos a vivir más por los demás que por nosotros mismos. Entonces comienza el discipulado generativo, para la mayoría de nosotros, y este será el periodo más largo de nuestras vidas. Durante todos estos años, nuestra tarea en la vida es clara: ¿Cómo puedo entregar mi vida en forma más pura, más generosa, más generativa?
Sin embargo el ser los adultos responsables que dirigen los hogares, las escuelas, las iglesias, y las empresas del mundo no es la etapa final nuestras vidas. Todavía tenemos que morir, la tarea más difícil de todas. Y así de hecho se debe pasar todavía por un umbral más: Llega un punto en nuestras vidas en el que nuestra verdadera pregunta ya no es: "¿Qué puedo hacer todavía para que mi vida sea una contribución? Más bien, la pregunta es: "¿Cómo puedo ahora vivir de tal manera que mi muerte sea una óptima bendición para mi familia, mi iglesia, y el mundo? '
El discipulado radical y la lucha por entregar nuestras muertes es la etapa final de la vida: Como Cristianos, creemos que Jesús vivió por nosotros y que él murió por nosotros, que Él nos dio su vida y su muerte. Sin embargo a menudo no distinguimos que hay aquí dos momentos claros y distintos: Jesús dio su vida por nosotros en un momento, y Él dio su muerte por nosotros en otro. Él dio su vida por nosotros a través de su actividad, a través de sus acciones generativas hacia nosotros, y Él dio su muerte a través de su pasividad, a través de la absorción en el amor de la impotencia, las pérdidas, las humillaciones, la soledad y la muerte.
Como Jesús, nosotros también nos proponemos entregar nuestras vidas en generosidad y en altruismo, sin embargo también tenemos como objetivo dejar este planeta, de tal manera que nuestra disminución y muerte es nuestro final, y quizás el regalo más grande, para el mundo. No hace falta decir que no es fácil. Caminar como discípulo detrás del maestro, va a requerir que nosotros también eventualmente sudemos sangre y sintamos que todo el mundo "nos apedrea". Esta lucha, por entregar nuestra muerte, al igual que alguna vez entregamos nuestras vidas, constituye el discipulado radical.
Cuando vemos las exigencias del discipulado, nos damos cuenta que una única talla no le vale a todo el mundo!