«Ningún profeta es aceptado en su pueblo».
Recuerdo una Pascua que hicimos los de mi grupo juvenil en mi parroquia natal. Una cosa es hablarle a los lejanos, y otra, a los vecinos. Es difícil ser profeta en tu
tierra, está claro. Porque te conocen y no es fácil engañarlos. Por otra parte, Jesús no iba precisamente haciendo amigos. No le interesaba llevarse bien, sino anunciar
su mensaje. A todos. Sabiendo que eso le iba a costar caro. No nos olvidemos de que vamos a Jerusalén, a morir con él. Esta vez Jesús sale bien librado. Sigue su
camino. Nosotros, ¿con Él? ¿O nos vamos a esconder, por miedo a los judíos?
Oración.
Concédenos, Señor,
vivir siempre contigo.
Que nunca nos avergoncemos de Ti,
ni de predicar en tu nombre,
con nuestras palabras
y también con nuestras obras.
A los vecinos y a los lejanos,
sin miedo,
confiando en la fuerza de tu Espíritu.
Amén.