Lunes quinto de cuaresma

    Entramos en un tiempo recio, se precipitan los acontecimientos. Las imágenes que nos ofrecen las lecturas de la Liturgia de la Palabra de estos días plasman hechos dramáticos en relación con la Pasión de Cristo.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Las lecturas de la Biblia, si se iluminan con la persona de Jesucristo, en muchos casos adquieren un significado profético, se comprenden mejor y nos desvelan su sentido más pleno.

    Hay un primer aspecto que podemos considerar en la escena que hoy nos narra el libro de Daniel sobre el juicio de Susana, al ver cómo prevarican los dos testigos. Es el paralelo con el juicio que sufre Jesús por parte de las autoridades de su pueblo, a pesar de que presenta dos testigos verdaderos.

    Ayer se nos mostraba al grupo que acusaba a la mujer de adulterio, siendo ellos también pecadores, y vertían acerca de ella un juicio despiadado mientras provocaban a Jesús para ver si condenaba a la adúltera. Hoy Jesús declara: “Yo no juzgo a nadie”.

    “Vosotros juzgáis según la carne”. Deberíamos tener muy en cuenta esta acusación de Jesús  porque nos puede llevar a cometer las mayores injusticias con capa de honestidad.

    Un segundo aspecto es comprobar la confianza del justo en Dios. Susana se abandona al juicio de Dios, y el Espíritu suscitó al niño Daniel para provocar la revocación del juicio contra ella. El salmista expresa bellamente la actitud de confianza: “El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo” (Sal 22).

    Jesús se fía de su Padre, lo pone por testigo y sabe que no está solo, porque el que lo ha enviado está con Él. El Padre da testimonio de la verdad de Jesús.

    Dos enseñanzas principales se derivan de nuestra reflexión: la llamada a abstenernos de juzgar, y el abandono confiado al juicio de Dios, si se tiene la conciencia tranquila.