Lunes segunda semana de adviento

(Isa 35, 1-10; Sal 84; Lc 5, 17-36)

(JPG)Al comenzar la nueva semana de este tiempo privilegiado, en el que hemos sentido la llamada a despertar y quedar atentos, con la implicación de los cinco sentidos, descubrimos un paso más en la preparación necesaria ante la próxima celebración de la Navidad.

Un derroche de términos con resonancias interiores inundan los textos de este día y son augurio del segundo tramo del camino: “regocijo”, “alegría”, “gozo”, “belleza”, “gloria”, “paz”, “gracia”, “perdón”.

El profeta anuncia la transformación del desierto en vergel. El salmista canta la gloria, la fidelidad, la misericordia, la justicia divinas. El Evangelio revela el don del perdón de los pecados.

“Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Estas imágenes van a tener correspondencia con los signos que hará Jesús, pero no sólo significan curaciones físicas. El Maestro desvela que es más y mejor la paz interior que la movilidad física.

Se abre la estancia íntima, la de la conciencia, donde es necesaria la paz. De ella depende que nos sintamos liberados de todas las parálisis. Gracias al perdón se recupera la fuerza, la santidad, la gracia, la alegría, la vitalidad.

“La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”. Si respondes con fidelidad a las llamadas que sientes, serás revestido con la mirada de la santidad de Dios. Porque “la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo”.

¿Tienes paz? Tanto en paz, tanto en Dios.

¿Tienes alegría? El gozo y la alegría nacen de la paz interior.

¿Te sientes paralizado? El perdón devuelve las fuerzas.

Pocas veces se experimenta tanto el paso del Señor por nuestra vida como cuando se ha tenido necesidad de la misericordia.

Déjate perdonar: “Hombre, tus pecados están perdonados”.

Y disponte a celebrar la manifestación de la belleza de Dios, la Virgen Inmaculada.