TAMBIÉN llamada Virgen del Trono. Es uno de los tipos marianos con precedentes más antiguos, ya que aparece en las catacumbas romanas, representando a menudo a la Madre y el Hijo en el momento de la adoración de los Reyes Magos. Esta escena no es la simple ilustración de un suceso de la infancia de Jesús, sino que presenta un profundo significado: la afirmación de que incluso los gentiles son llamados a adorar al Hijo de Dios. Se representa en esta escena la Iglesia de los gentiles, de los paganos.
En la Virgen sentada llevando sobre el halda al Hijo, se representa la majestad divina del Hijo del Hombre, llevada por el ser humano más puro: María. Los dogmas enunciados en el Concilio de Efeso se recogen en este esquema gráfico.
Una de las representaciones más bellas de este tema se encuentra en Ravena, en la Iglesia de San Apolinar Nuevo. En el mosaico, un cortejo de vírgenes llevando en la mano la corona del martirio, se dirigen hacia el trono de la Virgen y el Niño.
A partir de los mosicos de Ravena, que son reflejo del esplendor de la capital, el tipo de la “Theotokos-Basilissa” (Madre de Dios-Reina), se impondrá en Oriente y encontrará su lugar en los ábsides de la iglesias. Son famosas las de Santa Sofía de Constantinopla y de Salónica.
Con el paso del tiempo, los gestos de la Madre de Dios entronizada van cambiando. Así en el principio desde el gesto de sostener al Hijo, a bendecir con una mano, se llega por fin al más repetido: la Madre sostiene al Hijo con la mano izquierda, mientras la derecha hace el gesto de mostrarlo. En este sentido, se acerca gestualmente al de la Virgen Odigitria o Virgen Guía.
Si bien la representación de la Madre en majestad con el Niño en su halda, ha tenido su origen en los frescos de las catacumbas y ha ornado los ábsides de las iglesias bizantinas, no ha formado un tipo iconográfico propiamente dicho.