Sin duda alguna el Amor más hermoso es Jesús, el hijo de Dios vivo, salido de las entrañas de María Santísima. Jesús es un Amor Y es un amor hermoso. “El es el más bello de los hombres; en sus labios se derrama la gracia” (cf. Sal 44,3). El es el amor hermoso por excelencia. Y la nota principal del amor hermoso es ser “virgi- nal”. El amor de Jesús es un amor virginal.
El camino espiritual
La consideración o contemplación de la belleza, y en nuestro caso de la belleza del amor de María, además de ser una forma de honrar, alabar y dar gracias al Señor por el regalo que nos ha hecho en la Madre del Señor, y una forma de acercarnos a una justa consideración de María, es un “camino espiritual”, del que todavía se ha hablado muy poco, aunque en realidad ha sido el camino seguido por los místicos.
Madre del amor hermoso
La expresión “Madre del amor hermoso” aparece en el libro del Eclesiástico y reza así: “ Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, del conocimiento y de la santa esperanza” (JLc\o 24,18). Texto que desde el siglo X se ha empleado frecuentemente en las Misas de María. Como se lee en la introducción a la Misa n. 36, “la Iglesia, según la tradición tanto del Oriente como del Occidente, celebrando el misterio y la función de María, contempla con gozo su espiritual belleza. La belleza como resplandor de la santidad y de la verdad de Dios, «fuente de toda belleza», e imagen de la bondad y de la fidelidad de Cristo, el “más bello de los hijos de los hombres”.
El título de la misa “Madre del amor hermoso”, nos sitúa directamente ante la contemplación del misterio de “la maternidad divina y humana de María”. Se trata de María, Madre. Y otorga el calificativo de “hermoso/a” no a María, como lo hacen la antífona y el canto mariano que hemos recordado: “Toda hermosa eres María”, sino al amor, María es “la Madre del amor hermoso”. Pero la expresión tiene una doble aplicación:
- En primer lugar María es la Madre del “amor más hermoso”, la Madre del Hijo de Dios, el Hijo de su amor, Jesús.
- Pero, en segundo lugar, también se puede aplicar al amor de María. Su amor no es un amor cualquiera; su amor es el amor más hermoso después
del de Dios. María es la criatura más divinizada, la que mejor reproduce la belleza del amor de Dios. Por ser llena de gracia, la piedad cristiana la ha cantado sin cesar, “toda hermosa eres María”, “no hay en ti mancha alguna”.
La vía de la belleza
Recientemente la Iglesia ha tratado de resaltar “la vía de la belleza”, de abrir este camino para suscitar en los hombres una respuesta al amor de Dios. La vía de la belleza es la vía de la contemplación. Cuando contemplamos un paisaje maravilloso, una formidable puesta de sol o una creación artística, pictórica o musical, no nos preguntamos si aquello es verdadero o si es bueno, sencillamente nos embriagamos de su belleza. Nos dejamos cautivar, hasta el éxtasis por lo bello.
Pablo VI, en 1975, quiso cerrar el decenio de silencio mariano proponiendo a los mariólogos el camino de la belleza, la llamada por él “via pulchri- tudinis”. Posteriormente, Juan Pablo II habló en diversas ocasiones del tema, pero especialmente en su exhortación postsinodal sobre la Vida Consagrada. En este documento propuso como icono de la vida consagrada el icono de la transfiguración del Señor, cargado de esplendorosa hermosura: “Para captar con una visión de conjunto los rasgos esenciales de la vocación al seguimiento de Jesús, dirá el Papa, ayuda singularmente contemplar el rostro radiante de Cristo en el misterio de la Transfiguración” (VC 14). Jesús es el hijo amado en quien el Padre se complace, en El tiene sus complacencias.
Nos encontramos, más que ante la verdad o la bondad, ante la belleza del Hijo del hombre. La vocación habrá que considerarla como una fascinación, una seducción. La seducción y la fascinación que producen las cosas bellas.
El descubrimiento de la belleza supone la victoria en nosotros, a menudo lograda con fatiga, de la verdad sobre la mentira, de la bondad sobre la maldad, del amor sobre el odio. Por eso María es hermosa. Es bella cuando, con espíritu humilde y con palabra verdadera, acoge la voluntad de Dios y se deja poseer por el Espíritu de paz; cuando en su regazo virginal se recompone la unidad entre Dios y el hombre; la tierra y el cielo; cuando con su sencillez y su humildad borra una antigua doblez y una soberbia insensata.
María es hermosa porque el Espíritu la ha preservado del dominio del pecado. Los títulos de “Toda Santa”, y “Toda Hermosa” designan la misma realidad y tienen la misma motivación. En María no hay mancha de pecado. Por eso con confianza y amor filiales digamos muchas veces a María: “Madre de la esperanza, del amor hermoso, rogad, rogad por nosotros”.
Asterio Niño Picado, cmf.
(Síntesis: Oscar Romano, cmf.)