Continuamente están surgiendo nuevas enfermedades. Una de las más recientes se llama infoxicación". Este extraño término ha surgido del matrimonio de dos vocablos conocidos: "información" e "intoxicación". La "infoxicación" es una enfermedad que se caracteriza por la imposibilidad de digerir la enorme cantidad de información que hoy nos llega a través de los medios: radio, televisión, prensa, internet. Los síntomas son claros: ansiedad, desorientación y finalmente rechazo de todo lo que suene a nuevo.
Vivimos en la sociedad del conocimiento. Hoy se dice que el verdadero capital de las empresas, de los estados, de los ejércitos, es la información. Quien dispone de información accede al poder. Por todas partes se nos invita a estar informados. Se multiplican las ofertas de noticias en tiempo real. Hay personas que se levantan con las noticias de la radio, devoran un par ele periódicos, consumen tres horas de televisión y todavía tienen ganas para buscar en internet la última curiosidad. Son los "infoxicados". Sin llegar a este extremo, lo cierto es que la mayoría de las personas soportamos a diario una tal avalancha de mensajes que, lejos de ampliar nuestro horizonte, acaban agotándonos y empobreciéndonos.
Detrás de este fenómeno, hay un hecho preocupante: la reducción de la sabiduría a mera información. Saber más datos, estar a la última, no significa automáticamente que mejoremos nuestra vida personal y que contribuyamos a mejorar la de los demás. La experiencia nos indica, más bien, lo contrario. El exceso de información, la falta de silencio, la excesiva cercanía a los acontecimientos, nos impide descubrir su sentido y, en consecuencia, elaborar respuestas creativas que nos ayuden a conducirnos de una manera más humana y satisfactoria. No hay sabiduría sin silencio, sin capacidad de escucha y de meditación. ¿Cómo vamos entonces a ser sabios si todo nuestro tiempo está ocupado por la sucesión casi ininterrumpida de estímulos?
María no vivió en una sociedad acelerada. No tuvo acceso a ningún medio de comunicación moderno. Pero a ella le sucedieron las noticias que más han "mandado" (como se suele decir en la jerga periodística) en toda la historia de la humanidad. Estas "noticias de Dios" no tienen parangón con ninguna de las que hoy consideramos importantes. Superan a cualquiera de las que aparecen en la primera página de los periódicos. Tales noticias también produjeron en ella desconcierto y ansiedad. Ante la noticia de la presencia del Señor, comunicada por el ángel Gabriel (por el periodista Gabriel, diríamos hoy), María "se tur-lió y se preguntaba por el significado de tal saludo" (Lc 1,29). También quedó desconcertada por la noticia de su embarazo (Lc 1,34) y por el hecho insólito de encontrar al niño Jesús sentado en medio de los maestros de la ley (Lc 1,48).
Esta María, asustada por las "grandes noticias", puede entender muy bien nuestras ansiedades ante las "pequeñas noticias" que nos invaden cada día. Sabe muy bien lo que significa oír sin entender, ver sin descifrar. En su rostro alterado vemos reflejadas nuestras propias alteraciones, los desconciertos que nos produce recibir mucha información y, sin embargo, no saber realmente lo que está pasando.
¿Cómo se afronta la enfermedad de la infoxicación? Como afrontó María su desconcierto: haciendo un viaje interior desde la periferia de las noticias hasta el centro del corazón. El evangelio de Lucas presenta a la madre de Jesús como la mujer que "guardaba todas estas cosas en su corazón" (Lc 2,51). Un simple versículo alimenta toda una forma de vivir. El corazón es un hermoso símbolo de nuestro centro personal. Sólo en el corazón se descubren las claves, porque sólo en el corazón se ven las cosas como Dios las ve.
La "sabiduría del corazón" consiste precisamente en eso: en tomar distancia de los pequeños puntos de cada minuto para contemplar la línea gruesa del tiempo, en mirar compasivamente la realidad para descubrir lo que no se ve con los ojos deformados por la ansiedad y la prisa.
La "vuelta mariana al corazón" es un viaje del que no podemos prescindir hoy si queremos mantener un mínimo de lucidez en estos tiempos acelerados, rítmicamente marcados por la urgencia de las noticias, atiborrados de estímulos contradictorios y bastante ayunos de propuestas de sentido, de pistas para la acción.