A finales de noviembre de 1982, cuando era un estudiante graduado en Lovaina, Bélgica; empecé a escribir esta columna. ¡De eso hace ya treinta años! Cuando empecé a escribirla, no tenía ni idea de a donde llegaría esto, no tenía un gran plan. Estuve poniendo notas en botellas de leche y las envié flotando en el mar, al otro lado del océano, en este caso, con la esperanza que alguien pudiera leerlas. La primera persona que realmente sacó una nota de una de esas botellas fue Glenn Argan, el editor de “Western Catholic Reporter”, en Edmonton, Canadá. Siempre estaré en deuda con él por haber sido el primer editor que me dio una oportunidad. El todavía es editor en el “Western Cathtólic” hoy.
Pasaron algunos años para que la columna llamara la atención más allá de ese primer periódico, sin embargo con el tiempo su público comenzó a ampliarse. He aquí una breve historia de su desarrollo: El “Green Bay Compass” tomo la columna a mediados de 1980. El Cardenal Adam Maida, ahora en Detroit, era obispo de “Green Bay” en el momento. Lo conocí en una conferencia hace unos años y me recordó que fue bajo su mando en “Green Bay” cuando mi columna fue publicada por su periódico diocesano, ellos fueron mis primeros lectores estadounidenses.
A principios de 1990, recibí invitaciones para introducir la columna en dos periódicos nacionales canadienses católicos, “The Prairie Messenger” y “The Catholic Register “. Esa fue una gran expansión: Yo estaba ahora en dos países, en cuatro periódicos, y más que contento con esa audiencia.
Nunca he tenido un agente, ni he tenido el tiempo ó el corazón para tratar activamente de contactar a periódicos para que publiquen la columna y estuve contento dejando simplemente que encontrara vida propia por sí misma. Me basé en la providencia y el azar, y tuve suerte, pura y simple suerte. En 1987, enseñé un curso de verano en teología en “All Hallows College” en Dublín y uno de los alumnos del curso era Delia Smith, famosa en el Reino Unido por todo, desde teología hasta cocina y el fútbol. En ese momento yo sólo había publicado un libro, El Factor de la Soledad, y tenía una modesta cartera de columnas. Delia se llevó el libro a Hodder & Stoughton, un editor muy respetado en Londres, y mi cartera de columnas a Otto Herschan, el editor entonces del “Catholic Herald” de Londres. Ese acto cambió para siempre el paisaje de mis escritos.
“The Catholic Herald” es un periódico nacional en Inglaterra, y está a la venta también en muchas ciudades del mundo. Por otra parte, en ese momento, Otto Herschan, su editor, también publicó un periódico católico nacional en Irlanda y Escocia. De ahí que la columna fuera publicada ahora a nivel nacional en esos países también. Esta exposición dio lugar a otras audiencias nacionales, en Nueva Zelanda, entre otros países.
Y la bondad de Delia Smith en tomar “el factor de Soledad” a una importante casa editorial británica también tuvo eventualmente un enorme impacto en la columna: En 1988, Hodder & Stoughton volvieron a publicar el libro bajo un nuevo título, “The Restless Heart”, y esto llevó, a ganar el mayor premio a un libro en el Reino Unido. Eso llevó a un contrato de edición con Hodder & Stoughton y, finalmente, a un contrato con “Doubleday”, en Nueva York. Después que “Doubleday” publicó “the Holy Longing” docenas de periódicos empezaron a pedir la columna, sobre todo en Estados Unidos, pero también en otros países de habla Inglesa. Después del lanzamiento de “The Holy Longing” el número de periódicos que llevan la columna pasó de alrededor de diez a alrededor de setenta, que es donde se encuentra hoy. Parte de ese crecimiento se debió también a los esfuerzos de Lagried Kay que, habiendo traído la columna al periódico diocesano en Seattle, Washington, comenzó a solicitar a otros periódicos a asumirlo. Se convirtió, hasta su prematura muerte hace dos años, en el agente que nunca tuve. Hoy en día la columna se estima que tiene un público de más de un millón de lectores.
Más recientemente, la columna se ha traducido al español y al vietnamita y ahora está disponible en estos idiomas.
Esa es su disponibilidad "legal". La columna es también ampliamente distribuida en el Internet y en numerosos periódicos, boletines informativos y boletines de la iglesia fuera de cualquier permiso ó autorización de nadie. Esto es particularmente cierto en algunas partes de Asia, donde las leyes de derechos de autor no son tan estrictas como aquí. En general, estoy de acuerdo con este tipo de piratería. Estoy escribiendo como un ministerio, y en la mayoría de los casos, las personas que dirigen la columna sin permiso lo hacen porque carecen de los recursos financieros para hacerlo legalmente ó porque sienten que están tan lejos en el renglón de importancia para cualquiera, que no hace diferencia. ¡Mis felicitaciones para ellos!
Sentado en un escritorio en Bélgica en 1982, tecleando en una máquina de escribir, no tenía pensamientos acerca de la longevidad ó del mundo de lectores. Estuve poniendo notas en botellas de leche y esperando que alguien las encontrara. Treinta años después, ahora con una computadora portátil en lugar de una máquina de escribir, el esfuerzo y el sueño siguen siendo los mismos.
Ron Rolheiser. OMI