La verdadera alegría nace de Dios y se refleja en aquellas personas que se abren a la relación profunda con él. Los santos acogen este don y lo difunden en su vida diaria. Entre ellos, nadie como María. La autora de estas páginas define a la Madre de Jesús y madre nuestra como ‘alegría de Dios’, y ¡o hace desde su experiencia en un monasterio de clausura.
El Señor se complace en el pobre" (Antífona al salmo 10) y el pobre "se alegra en Dios su salvador" (Lc 1,47), porque se siente salvado. Es el caso de María de Nazaret, que se dejó tomar por el Señor, se apegó a Yahvé, se llenó de su Espíritu alegre y fecundador, Yahvé la hizo prosperar en el fruto de sus entrañas y ella lo alumbra para todas las generaciones. Dios es alegría de quien siente la necesidad de conocer sus hazañas, vivirlas, cantarlas y entrar en su gozo y su paz.
Me seduce el Dios alegre
Me impresiona la alegría del Señor cuando lo contemplo en las maravillas que me rodean, en el cariño de su corazón derramado en nosotros y me siento invitada a mirarlo todo con los ojos de Jesús, siempre nuevos y evangélicos.
Me seduce el Dios alegre que "goza con sus obras" (Sal 103), sobre tocio en el ser humano, creado a su imagen. Se alegra con nosotros y en nosotros cuando nos ve ocupados en amarnos: "Ved qué dulzura , qué delicia convivir ¡os hermanos unidos" (Sal. 132). A todos nos llama a ser su alegría, y María como protagonista nos introduce en la fiesta.
Para disfrutar el gozo de Dios sólo hace falta un espíritu positivo y abierto a Aquel que no puede dejar de mirarnos, sostenernos y comunicarnos su propio ser. Alegría sencilla y luminosa, serenidad que lo envuelve todo, transparencia que me permite ver lo que existe más allá del dolor, del fracaso y de las contrariedades que van surgiendo en mi caminar hacia el encuentro con Dios, conmigo mismo y con los hermanos.
Me agrada recordar con María alguna situación de mi pasado que me colocó al borde del abismo, el vértigo hizo brotar en mi corazón unas alas como de águilas para volar con libertad por el misterio. La libertad de los hijos de Dios que no necesita entender sus insondables designios ni sus caminos inescrutables ni sus pensamientos más altos que los nuestros, sino vivir con sencillez y gratitud la realidad que se me regala.
Dios es alegría, lo sé porque observo mucho a la Mujer humilde que cautivó su corazón cuando se rasgó toda entera para acoger la misión que se le confiaba, y quedó completamente abierta ante la Vida, ante ella misma y ante la historia.
A María le tocó vivir un momento histórico crucial, "lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado". Aparece el Libertador. Cristo es el cumplimiento de las promesas. La Nueva Alianza, superior a la Antigua está en marcha, limpia los pecados, Dios habita entre nosotros y camina a nuestro lado, es nuestro Padre, cambia nuestro corazón y nos infunde su Espíritu. "Nos ha hecho santuario del Dios vivo" (ICor 6,16). Las alegrías sanas de la vida nos vienen de Dios y se hallan en la fidelidad a Jesucristo. La Madre de Jesús, desde su fidelidad supo situarse adecuadamente en este contexto y se convirtió en generadora de vida nueva y alegría.
Un corazón que sueña
Doy gracias a Dios porque me concede un ánimo alegre y un corazón que sueña la vida, y mientras viva con realismo recibo la fe, la esperanza, el amor y el dolor que purifica, renueva y me facilita el tomarme en serio la Encarnación y entrar en lo profundo de la vida. Contemplo esta realidad y veo cómo Jesús va creciendo en la Iglesia, en cada persona, en la creación que "gime con dolores de paño" y mi corazón, siempre entre sufrimientos profundos y grandes alegrías "hasta que Cristo tome forma en nosotros".
Siguiendo la trayectoria de la joven de Nazaret aprendo a buscar a Dios dentro de mí. Él es la luz que ilumina mi vivir, la plenitud hacia la que me llama su voz, es Él mismo moviendo en todo mi ser la danza de la vida con toda su realidad.
Motivos de alegría
Los cristianos podemos beneficiarnos de tantos motivos de alegría. Muy importante para mí es la presencia del Dios vivo, ese Alguien que me llama hacia dentro, me habla al corazón, también calla y escucha mi respiración y mis anhelos.
EL Señor me ha dado hermanos a los que amo, por los que me desvivió y con los que camino; esto es un gran motivo de alegría. Hermanos en los que me apoyo, en los que confío y con los que comulgo, aunque no nos conozcamos, pero todos podemos encontrarnos en Dios que nos ama tal como somos y ve en nosotros a su propio Hijo.
La esperanza en la Resurrección, la Pascua del Señor que se actualiza en nuestro morir y vivir cotidianos, creo que todo es alegría de Dios encarnada en nosotros.
El sentirme viva cada mañana al despertar me lanza a celebrar la vida con solemnidad y alegría.