De distintos santos se ha dicho que eran dignos de admirar por sus asombrosas proezas ascéticas, pero imposibles de imitar. El Concilio enseña que la santidad de María fue, ya desde el primer instante, enteramente singular (LG 56), y añaden que fue una santidad arcana, profunda (nº 64); pero los Padres sinodales se cuidaron mucho de declarar que María es inimitable: la presentaron como modelo para nosotros y declararon que un rasgo de la verdadera devoción a María es su imitación (cf. 67). Por lo demás, la doctrina conciliar se centra, no en la ascesis de María, sino en su vida teologal, ejercitada en medio de los trabajos y alegrías de cada día. Dado que estamos en el Año de la Fe, consideraremos la fe de la Madre del Señor.
Las facetas de la fe de María
La Constitución dogmática sobre la Iglesia menciona conjuntamente la fe, la esperanza y la caridad seis veces (nn. 8, 31, 41, 61, 64, 65), las tres últimas en el capítulo dedicado a María. No son virtudes mutuamente extrañas; su vital vínculo recíproco se enuncia brevemente así: -La fe engendra la esperanza y obra por la caridad. (41).
No esperemos que el Concilio vaya a proponer una definición de fe para luego demostrar cómo cada línea se cumplió punto por punto en María. Ese modo de proceder es más propio de un manual; además, solo un año después de la promulgación de la Constitución sobre la Iglesia se aprobarla la Constitución sobre la revelación divina, cuyo número 5 ofrece, si no una definición, sí cierta descripción de la fe como respuesta prestada a Dios que se revela; pero Lumen Gentium presenta varios trazos esenciales de la fe de María que importa comentar.
- En primer lugar, María es la virgen oyente que acepta el mensaje divino. La fe no es ejercicio de la fantasía que urde un bello relato de ficción en el que te asignas un papel estelar; es más bien cuestión de oído prestado a Alguien que entra en comunicación con nosotros, es acogida de su mensaje; no es cultivo de sueños nuestros (que pueden tener virtud estimulante y terapéutica), sino escucha afinada del "sueño" de Dios. María, hija del pueblo de Israel, aceptó el mensaje de Dios a este pueblo y el mensaje dirigido a ella personalmente.
En concreto, este se refiere, no a principios generales, sino a un acontecimiento que la involucra por entero: concebirá y dará a luz al Salvador. Ese es el papel que le señala el querer de Dios; y María ejercita su fe abrazando de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno esta voluntad salvífica (56). Se comprende así que Isabel la felicite efusivamente -a causa de su fe en la salvación prometida. (57). - Reparemos en la expresión "de todo corazón": María no consiente con actitud desganada, miedosa y renuente, sino con una fe y una obediencia libres (56). Distintos exegetas han puesto de relieve que el "hágase" de María CLc 1,38) está formulado en un modo verbal griego que se llama optativo, usado para expresar los deseos. El consentimiento de María es gozoso.
- Hay un nuevo rasgo de la fe que María presta al mensajero de Dios en ese momento singular de la Anunciación: es una fe exenta de toda duda (63). Esta nota da un perfecto acorde con la anterior, porque la duda entorpece la decisión y ensombrece el gozo.
- María no vive la relación de fe como un asunto privado ("yo y mi Dios"), para su uso y beneficio personal, indiferente y ajena a la suerte del resto. El Concilio recuerda la doctrina de san Ireneo, que afirmaba cómo María, mediante su fe, fue causa de salvación para ella y para toda la humanidad. Una de las formas de expresar la función salvífica de la fe y obediencia de María consiste en contrastarlas con la desobediencia e incredulidad de Eva: el nudo que Eva ató con sus actitudes fue desatado gracias a las de María (56; cf. 61).
Avanzó en la peregrinación de la fe
Nos quejamos de que, en muchos casos, la fe vivida y aprendida en la infancia se haya quedado anquilosada, como una vieja reliquia en estado de hibernación, mientras que se desarrollan otras dimensiones de la persona: crece su mundo de experiencias, adquiere conocimientos y destrezas que la habilitan para la vida profesional, madura en su mundo de relaciones y en su capacidad de tomar decisiones, afina su sensibilidad y cultiva con pasión sus aficiones. La fe de María no se quedó congelada en la fase infantil. Ella, que vive en un momento crucial de la historia de la salvación y la revelación de Dios, va más allá de lo recibido en la escuela doméstica. Avanzó en la peregrinación de la fe. No dice el Vaticano Il que fuera una seguidora de Jesús durante el ministerio del Hijo; sencillamente recuerda varios momentos de este ministerio en que María está presente o se la menciona (Mc 3,35; Lc 11,27-28), para afirmar que no es la mera maternidad biológica y el vínculo natural de María con Jesús lo que se debe encarecer, sino su escucha y guarda de la palabra de Dios (58).
Un momento singular será el de la presencia de María junto a la cruz de Jesús. El Concilio no admite que María ce. diera a la duda en aquel trance sumamente duro y oscuro Ces lo que pensaba Orígenes); tampoco enseña de modo expreso que su participación creyente en el misterioso despojo de Jesús fuera "tal vez la más profunda "kénosis" de la fe en la historia de la humanidad. (así lo propone Juan Pablo 1I en Redemptoris mater, nº 18). Lo que sí afirma el Vaticano Il es que María activó en aquel momento la fe ejercitada durante su vida: "Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas" (61).
Si tal fue la fe de María, tendrá algo que decir a la Iglesia como comunidad de fe, esperanza y caridad (8). En efecto, se la presenta -como tipo y ejemplar acabadísimo- de la Iglesia "en la fe y en la caridad. (53). Es su modelo en la conservación virginal de una fe Íntegra (64); de modo similar a como María avanzó en la peregrinación de la fe (58), la Iglesia ha de progresar en ella, así como en la esperanza y la caridad (65).
Conclusión
Las notas de la fe-obediencia de María, según el Vaticano Il, serían estas: libre, gozosa (indicada implícitamente), exenta de duda, salvífica, en itinerario hacia su plena madurez, ejemplar. El papa Francisco publicó el 29 de junio de este año la encíclica Lumen Iidei, cuyo argumento es precisamente la fe. Los números finales están dedicados a María, la creyente en que culmina el camino de fe del Antiguo Testamento (58) e implicada en la confesión cristiana de fe (59); a ella, como madre de nuestra fe, le pide el Papa que nos ayude a vivirla en la variedad de sus facetas (60).