Pero estas historias nos suenan lejanas. Por eso voy a contar una historia más cercana que yo mismo oí al protagonista. En un curso de formación a religiosos, casi se le forzó a dar testimonio y lo hizo con una sencillez embelesadora.
La prensa diaria y hasta las revistas del corazón se hicieron eco de una noticia nada corriente: un general de división de los más prestigiados del ejército español, renuncia a su brillante carrera militar y se va a vivir con un grupo de jóvenes marginados y exdrogadictos. Era el general Luis Pinilla.
—Luis -le preguntamos- ¿qué es lo que ocurrió en tu vida para dar ese volantazo?
—Muy sencillo. Yo era un joven cadete, cristiano muy normalito. Sin comerlo ni beberlo, me encontré haciendo Ejercicios Espirituales. Allí Jesús de Nazareth salió a mi encuentro y comprendí que la vida no tenía sentido ni plenitud si no seguía sus caminos. Mejor, si no corría detrás de Él: Camino, Verdad y Vida. Pensé entonces que todo eso lo podía hacer muy bien desde mi carrera militar. Se podía trabajar a tope por su causa, dando a conocer su Buena Noticia a tantas quintas de mozos que se sucedían en los cuarteles.
El encuentro con Cristo Jesús en los Ejercicios Espirituales fue el primer salto cualitativo que cambió mi vida.
Ya General, con la meta profesional conseguida, aparece en el horizonte de mi vida, la palabra interpeladora del Evangelio: Luis, déjalo todo y sígueme. Era una voz, cada vez más fuerte, insistía, cada vez con más exigencia.
Y lo dejé todo para seguir esa llamada que, a mis años, ha supuesto el segundo salto cualitativo en mi vida.
Y ahora, con humildad, cada día en mi oración matutina le abro mi alma al Jesús de mi primer encuentro y le digo: Aquí estoy, cuando tú quieras, dame la mano y ayúdame a dar otro salto cualitativo en tu seguimiento.
Hay discípulos y discípulos
Por muchas vueltas que doy a mi cabeza, no encuentro el modo de describir directamente a la más perfecta discípula de Jesús, la Discípula que le ha seguido más de cerca, casi pisándole los talones.
Es necesario presentar el contexto que ayude a situar con precisión la nueva realidad que irrumpe. Realidad que desconcierta, rompe moldes y expectativas en el pueblo que clamaba y esperaba un Mesías liberador.
Distintos modos de ser discípulo.
Al leer los Evangelios desde esta perspectiva, percibimos tres tipos de discípulos: Primeramente un seguimiento esporádico, entusiasta, pero superficial. Ahí queda todo. No hay cambio profundo y menos un corte o salto cualitativo en su vida. En segundo lugar un seguimiento continuo. Son los que rompen con su situación anterior y siguen al Profeta de Nazareth dispuestos a correr su misma suerte. De este grupo salieron los doce apóstoles. Y, finalmente, un seguimiento desde lo profundo del alma. Se trata de una adhesión total que implica un cambio en la jerarquía de valores y en la vida. Por ejemplo las hermanas de Betania, Nicodemo, el endemoniado de Jerasa. Pero sobre todos, María, la Madre de Jesús. Con razón, la Escuela francesa de espiritualidad, definió a María como “Una pura capacidad de Jesús, llena de Jesús.”
Los discípulos de Jesús son diferentes
Los seguidores de Jesús se distancian totalmente de la costumbre rabínica. El Misná dice: “Consíguete un maestro, lógrate un compañero.”
Por el contrario nadie puede elegir a Jesús. Él llama “a los que tiene en el corazón” para que estén a su lado y enviarlos a predicar.
Señalan los exegetas otras diferencias: los discípulos de los rabinos no vivían con sus maestros y a veces simultaneaban. Jesús no admite esta situación porque Él es maestro único, y a los que llama les exige la inserción en un grupo ya que no se han elegido entre sí y juntos van a entregarse por entero a una causa.
Una causa que les obliga a un cambio de mentalidad para encajar los nuevos valores que el Profeta de Nazareth predica.
El seguimiento pre-pascual
Los teólogos actuales distinguen entre el seguimiento pre-pascual y post-pascual. El pre-pascual es el seguimiento del Jesús histórico.
No se puede dudar de la buena voluntad de los que siguieron a Jesús en su vida terrena, pero sí ofrece dudas la profundidad de sus motivaciones. Siguen a Jesús:
—porque han comido los panes y se han saciado (Jn 6, 26).
—interesados: lo hemos dejato todo, ¿qué recibiremos?
—aspiran a los primeros puestos en ese Reino imaginario fraguado por sus ambiciones (Mt. 20, 20-28).
El resultado es “no enterarse”. Los Evangelios repiten insistentemente que los discípulos “no entendían”. Esta incomprensión del misterio salvífico es un rasgo prominente del seguimiento pre-pascual.
Y he aquí las consecuencias de ese “no entender”
—Las masas decepcionadas le abandonan.
—Los discípulos le siguen, pero cuando llega el momento clave de bajar a Jerusalen, se resisten e intentan poner obstáculos: piensan como los hombres y no como Dios.
—El seguimiento pre-pascual culmina en la desbandada general y el desconcierto y huida de los discípulos de Emaús.
Seguimiento post-pascual
La segunda parte del relato de Emaús señala el principio de un nuevo modelo de seguimiento:
—Encuentro con Jesús resucitado que transforma.
—Se levantan de la mesa y corren a Jerusalén dispuestos a todo, unidos a la Comunidad.
Aquí comienza la historia cristiana. La historia del nuevo y definitivo seguimiento. Podrá parecer paradójico, pero lo evidente es que el verdadero y radical seguimiento de Jesús, se hace posible cuando ya históricamente es imposible.
Pero no hay rotura. Hay continuidad, porque la experiencia de Jesús Resucitado y la presencia del Espíritu que “os explicará estas cosas” lanza a los discípulos con nueva luz y nuevo ardor a configurarse con el modo de pensar y de actuar de su maestro en su peregrinar histórico.
Por eso, aún faltando el elemento de la presencia física de Jesús, intentan vivir y hacer presentes los comportamientos del ya reconocido como Mesías y Señor.
Si contrastamos le fe pre-pascual y post-pascual salta a la vista que la primera etapa se caracteriza por el miedo y el desconcierto. Se pueden leer varios pasajes que resaltan estas actitudes (Mt. 10, 16; Mt. 8, 26; Mc 10, 32…) Y la etapa post-pascual por la fe y la valentía. “Parresía” dicen ahora.
¿Hoy, somos pre-pascuales?
Creo que estamos viviendo hoy los discípulos de Jesús, una enorme contradicción. Vivimos en tiempo posterior a la Pascua de Resurrección, pero nuestra conducta es pre-pascual. No hay más que poner como en una falsilla, el cristianismo de muchos y las características pre-pascuales y encajarán a la perfección: superficialidad, desconcierto, acomodación a los esquemas prefabricados… o lo que hoy se llama cristianismo de supermercado que pongo en el carro de mi vida solamente lo que me gusta.
Ocurre, que el panorama que Jesús presentó a sus coetáneos tropezó con las seguridades en la que estaban instalados.
Este panorama, -los nuevos valores del Reino, las bienaventuranzas – rompe las coordenadas de tiempo y lugar y es válido para todos los siglos y los cuatro puntos cardinales. Y se produce un “chock” con los antivalores que hoy se ofrecen. ¿Cuál es la jerarquía de valores que arrastra hoy? En un programa de TV se hace la pregunta a diez jóvenes -de modo, independiente- qué es lo que consideran más importante en la vida. Nueve contestaron que el dinero. Preparémonos para que las corrupciones sigan y los maletines llenos de billetes viajen a los Bancos cómplices de Suiza.
En una reciente encuesta a jóvenes madrileños, el 63% contestaron que estaban de acuerdo con este frase: “Vale lo que me agrada”.
Por tanto vale la droga, vale el alcohol, vale la infidelidad,… aunque destruyan. “Déjame en paz que no me quiero salvar.”
En síntesis. El paisaje que ofrece a los ojos nuestro cristianismo, aunque nos duela en carne viva confesarlo es de mediocridad. Por contraste sueña S. Benetti: “Estremece pensar qué sería el cristianismo, si hubiéramos seguido el ejemplo de Jesús sin variante alguna”
La fe que vivió María
En la fe de María se da el fenómeno contrario. La Madre de Jesús vivió gran parte de su vida en la etapa historica pre-pascual. Sin embargo las características de su fe rebasan la solidez y firmeza de la fe post-pascual. Con razón Miguel de Unamuno en su “Diario íntimo” contempla impresionado la madurez espiritual de la Virgen Madre y afirma su vacilación:
«Toda la gracia que Dios había de derramar en los hombres la concentró en María, símbolo de la humanidad santificada; María es el depósito de la gracia, llena de ella, vaso espiritual y Madre de la divina gracia» (Madrid, 1970, pp. 55-56).
No hay nada más que recorrer las escenas evangelicas en las que aparece María y nunca encontraremos resistencia, o adaptación a sus precompresiones. Ella acuna en su Corazón las palabras y hechos de Jesús y los asimila con total disponibilidad. Sin reticencias encaja la novedad sorprendente del Reino que Jesús anuncia.
María es la excepción a las palabras de Garaudy: «Jesús en cada una de sus palabras y en cada uno de sus actos, no se encuentra nunca donde lo esperamos.» María lo esperó siempre en el lugar acertado y en la hora exacta: «Hágase en mí según tu palabra».
A modo de epílogo
La fe pre-pascual de Pedro quería marcar los caminos a Jesús y dibujar las rutas en el mapa del Mesías. Aquí choca con la inflexibilidad del Maestro.
El discípulo del Profeta Nazareno tiene que saber su sitio. La mejor traducción – teológicamente hablando- que conozco del rechazo a Pedro cuando se interpone en el camino de Jerusalén es ésta: «Ponte detrás Pedro, porque piensas como los hombres…» Este es el sitio de todos: “detrás de Jesús”. El que se quiere poner delante equivocará los derroteros. Es el peligro de “la cultura de los intermediarios”.
La fruta que llega al plato de postre ha pasado por frigoríficos, contenedores y manos manipuladoras que la han hecho muy presentable. Pero ha perdido el aroma y el sabor de la recién cogida del árbol.
Hoy se presentan espiritualidades y carimas que si no están bien orientados al encuentro central con Cristo no sólo se desvían de la ruta, sino que chocan entre sí. Han perdido ese “buen olor de Cristo”, aunque estén envueltas en celofán y se vendan como frutos – espiritualidades de primera. Si se mira a la más perfecta discípula no habrá despiste. Ella dirá con autoridad maternal: «Haced lo que El os diga».
Sugerencias
Busca en estas páginas que acabas de leer las características de la fe pre-pascual y post-pascual y aplícalas a tu situación espiritual de este momento. Una segunda sugerencia es que tomes el Evangelio de Juan (2, 1-12) y contemples la confianza sin fisuras de María en su Hijo y el mandato que da a los discípulos de todos los tiempos: “Haced lo que El os diga” – y atrévete a ser y a hacer todo lo que El te pide.