«Toma tu camilla y echa a andar».
No es fácil, a veces, andar. Si te mueves, se te ve y llamas la atención. El paralítico de hoy vivía feliz, prostrado al lado de la piscina. Viene Jesús, lo sana, y le interrogan las altas autoridades eclesiásticas. Casi nada. Menudo susto. Pero el exparalítico no se encoge y, en cuanto se entera de Quién le ha curado, vuelve a decírselo a los interrogadores. Hace falta mucho valor. Nosotros, sanados regularmente por Jesús en el sacramento de la Reconciliación, ¿sabemos decirle a la gente Quién nos salva? ¿Se nota que andamos ligeros, con la camilla de nuestros pecados y parálisis bajo el brazo, para emprender una nueva vida en Cristo cada día? ¿O preferiríamos seguir otros treinta y ocho años postrados? No es fácil elegir. A Jesús lo querían matar, por hacer estas cosas en sábado. Ojalá de nosotros también hablen, porque andamos.
Oración.
Jesús, Maestro y Amigo,
que me sigues diciendo
“toma tu camilla y echa a andar”,
dirige mis pasos hacia mis hermanos,
para que pueda
dar testimonio de Ti,
y mi testimonio sea provechoso,
para mí y para los demás.
Amén.