«Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo».
Seguramente, san Pedro pensaba que siete veces era ya mucho. Porque ya vale. Te ofenden y te ofenden y te vuelven a ofender, y a perdonar. Casi nada. Jesús
le abre los ojos a Pedro, recordándole con Quién se las está viendo. Nosotros estamos vivos espiritualmente gracias a la in-fi-ni-ta misericordia de Dios. Y la parábola de hoy nos recuerda la inmensa deuda que tenemos con el Padre por nuestros pecados. Capaz de condonar diez mil talentos. Sabemos que la deuda ha sido saldada por la muerte de Jesús. Pero a cada uno de nosotros nos toca seguir el ejemplo del que nos perdona siempre. ¿O quieres que te traten como al siervo ingrato? Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…
Oración.
Que tu gracia, Señor,
no nos abandone nunca,
para que siempre
podamos sentir tu perdón,
y que, aunque nos cueste
o no queramos,
seamos capaces de perdonar
igualmente a nuestros deudores.
Amén.