Así fue una vez. Esto se asemeja a un cuento, pero no es ni más ni menos que la historia de Nuestra Señora. Estaba la Virgen María en su casa rezando -¿qué otra cosa iba a hacer Ella sino orar?- cuando de repente la sorprende un ángel. Cómo era el ángel nadie nos lo ha contado jamás. María sólo recuerda sus palabras. Ella no las podía olvidar jamás. Cambiaron tanto su vida… Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor está contigo, el Espíritu Santo vendrá sobre ti; el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra y lo que nacerá de ti será santo y será Hijo de Dios. ¿Qué más se le puede decir a una mujer.María está, pues, llena de gracia, plena de Dios. Y se desborda tanto Dios en su corazón que desciende hasta su seno, como dijo bellamente San Agustín. Si una gota de agua tiene más de Dios que agua, cuánto de Dios no tendrá María. Los hombres de todos los tiempos no han hecho otra cosa que mirarla. Los santos en toda la historia no han tenido otra ocupación que imitarla. Y los poetas se han estremecido al nombrarla. Dámaso Alonso, en un momento esplendoroso de su vida se ha vuelto hacia Ella y nos ha dicho. \»No, yo no sé quien eres, pero eres una gran ternura. No, yo no sé quien eres, pero eres como luna grande de enero que sin rubor nos besa, primavera surgente como el amor en junio, dulce sueño en que nos hundimos, agua tersa que embebe con trémula avidez la vegetal célula joven, matriz eterna donde el amor palpita, madre, madre\».Al final todos, poetas y santos, caballeros y andantes, niños y grandes, todos necesitamos lo mismo: ver a Dios. Y María, sólo Madre, nada más que Madre, eternamente Madre es como el rostro materno de Dios.Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
San Esteban, protomártir
Mt 10,17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre