¡Soy una mística practicante! Una mujer dijo esto en una de mis clases, hace algunos años, y atrajo muchas miradas. Yo estaba dando una clase sobre misticismo y pregunté a los estudiantes por qué les interesaba el tema del misticismo. Sus respuestas fueron variadas: Algunos estaban simplemente intrigados con la idea; otros eran directores espirituales que querían más discernimiento en lo que constituye la experiencia mística; y un cierto número estaba asistiendo al curso porque el consejero de facultad les había pedido que lo hicieran. Pero una mujer respondió: “Porque soy una mística practicante”.
¿Puede ser alguien un místico practicante? Sí, aportando ambos términos, practicante y místico, se entienden convenientemente.
¿Qué significa ser un místico? En opinión de la gente, el misticismo está por lo general asociado con la experiencia religiosa extraordinaria y paranormal, esto es, visiones, revelaciones, apariciones y cosas semejantes. A veces, efectivamente, este es el caso, según es verdad de algunos grandes místicos como Juliana de Norwich y Teresa de Ávila; pero estas son excepciones. Eso no es lo común. Normalmente, la experiencia mística es ordinaria: sin visiones, sin apariciones, sin éxtasis, sólo la experiencia de cada día; pero con una diferencia.
Ruth Burrows, la renombrada carmelita británica, define el misticismo de esta manera: La experiencia mística es ser tocado por Dios a un nivel más profundo que las palabras, el pensamiento, la imaginación y el sentimiento. Tenemos una experiencia mística cuando nos conocemos a nosotros mismos y nuestro mundo con claridad, aunque sólo sea durante un segundo. Eso puede envolver algo extraordinario, como una visión o aparición, pero normalmente no. Normalmente una experiencia mística no es un momento en el que un ángel o algún espíritu se te aparece o te sucede algo paranormal. Un momento místico es extraordinario, pero extraordinario por su única lucidez y claridad, extraordinario porque durante ese momento estamos extraordinariamente centrados, y extraordinario porque en ese momento comprendemos, más allá de las palabras y la imaginación -de alguna manera oscura, inconsciente e iniciada- lo que los místicos llaman el indeleble recuerdo del beso de Dios en nuestra alma, el primordial recuerdo de haber experimentado una vez el amor perfecto en el vientre de Dios antes del nacimiento. Bernard Lonergan, usando una terminología diferente, llama a esto la marca de los primeros principios en nuestra alma, esto es, la innata huella de las propiedades trascendentales de Dios en nosotros: Unidad, Verdad, Bondad y Belleza.
Tenemos una experiencia mística cuando estamos en contacto con esa parte de nuestra alma que una vez fue tocada por Dios antes de que naciéramos, esa parte de nuestra alma que aún lleva, aunque inconscientemente, el recuerdo de ese toque. Henri Nouwen llama a esto un recuerdo oscuro del “primer amor”, de haber sido acariciado una vez por las más delicadas manos que nunca hemos encontrado en esta vida.
Todos nosotros tenemos experiencias de esto hasta cierto grado. Todos nosotros tenemos experiencias místicas, aunque no todos somos místicos. ¿Cuál es la diferencia entre tener una experiencia mística y ser un místico? Es la diferencia entre tener experiencias estéticas y ser un artista. Todos nosotros tenemos profundas experiencias estéticas, y a veces somos profundamente movidos en nuestras almas por la belleza; pero sólo unas pocas personas llegan a ser grandes artistas, grandes compositores y grandes músicos, no necesariamente porque ellos tengan experiencias más profundas que el resto de nosotros, sino porque ellos pueden dar excepcional expresión estética a su experiencia. La expresión estética es siempre según más o menos. De aquí que cualquiera puede convertirse en un artista practicante, aun cuando no sea un profesional.
Lo mismo vale para el misticismo. Un místico es alguien que puede dar significativa expresión a la experiencia mística, exactamente como un artista es alguien que puede dar adecuada expresión a la experiencia estética. Tú puedes ser un místico practicante, semejante a un artista practicante o músico practicante. Como un artista luchador, tú puedes luchar por dar expresión significativa y consciente a los profundos movimientos que sientes en tu alma; y, como un artista aficionado, tú no serás el Rembrandt ni Picasso de la vida espiritual, pero tus esfuerzos pueden ser inmensamente útiles para ti al clarificar los movimientos en tu propia alma y psique.
¿Cómo -concreta, prácticamente- podrías practicar ser un místico? Haciendo algo que te ayude a estar más conscientemente en contacto con los profundos movimientos de tu alma y haciendo cosas que te ayuden a estabilizar y centrar tu alma.
Por ejemplo, esforzándote por estar en contacto con tu alma, puedes ser un místico practicante manteniendo un diario, haciendo lectura espiritual, teniendo dirección espiritual, haciendo diferentes ejercicios espirituales tales como los Ejercicios Espirituales de Sn. Ignacio y oración de cualquier género. En términos de centrar y estabilizar tu alma, puedes ser un místico practicante entregándote más consciente y deliberadamente a la práctica bíblica del Sabbat y haciendo otras cosas centradas en el alma, como cultivar el jardín, darte largos paseos, escuchar buena música, compartir un vino y conversación con la familia y los amigos, hacer el amor con tu esposa, tomar en brazos a un bebé, visitar a una persona que está enferma, o incluso dedicarte a un pasatiempo que rompa sanamente la obsesión de tus ocupaciones diarias.
Hay maneras de ser un místico practicante, aun sin asistir a una clase formal sobre misticismo.