Matrimonio Buena Noticia

Hay quien aún considera el matrimonio como una vocación de segunda categoría en la Iglesia. Les pesa todavía lo del remedio de la concupiscencia. No han descubierto la riqueza humana que encierra la relación conyugal. Ni tampoco han conocido las virtualidades del sacramento del matrimonio. Es una pena. Si conocieran el don de Dios, otro gallo les cantaría. Justamente el gallo que anuncia la gallardía de la mañana. Que invita a desperezarse del sueño y a despertarse para emprender la tarea de hacer del mundo un hogar, acogedor y caldeado de amor, siendo signo de la ternura de Dios en la comunidad humana y en la Iglesia. Vivir así el matrimonio es una Buena Noticia

Queridos amigos:

Espero que en estos momentos estéis gozosos y radiantes. Estaréis cosechando el fruto de vuestra entrega y de vuestro buen hacer. Habréis vivido con intensidad esta experiencia de donación y de generosidad, que no es la primera, ni será la última. Probablemente se os haya hecho patente el milagro que se opera en cada pareja a partir de vuestra entrega. ¡Cómo se revive el fuego del amor! ¡Cómo se renueva el sueño que dio origen a la relación! ¡Qué maravilla!

Y es que vuestro amor es precioso. En él se hace presente cómo Dios quiere a su gente y cómo Cristo ama a su Iglesia. Así vuestro amor es un signo de su amor por nosotros, patente y avalado por vuestra vida. Sois sacramento del amor de Cristo y de Dios. Lo sois para todos nosotros, que somos la iglesia. Sois Buena Noticia. Pero también lo sois en nombre de la Iglesia.

Vosotros estáis haciendo presente a la comunidad eclesial en este momento en sus sueños y esperanzas más profundas, en sus ideales y en sus luchas de cada día. Por eso, la comunidad está a vuestro lado. Está para apoyaros. Para manifestaros su cercanía y su gratitud por vuestra vida, que es regalo y que encuentra su razón de ser en regalarse a esas parejas, que ya tienen un rostro concreto. Vuestra fecundidad en ellas es motivo de gozo para todos nosotros, que estamos entre bambalinas.

Ojalá que vuestra presencia haya despertado el sueño más hondamente sentido por esas parejas a quienes estáis compartiendo vuestra vida, permitiéndoles entrar en la alcoba de vuestra intimidad. Ojalá que al ver vuestra lucha por conseguir hacer vuestro amor cada día más real, ellas recojan el testigo y sigan el curso de esta carrera de relevos. Ojalá que podáis ver coronado de éxito vuestro esfuerzo. Pero, aun cuando no fuera así, sabed que para todos nosotros vuestro amor gratuito, sembrado con abundancia, es preciosa cosecha. Vuestro esfuerzo no es estéril ni para vosotros mismos, ni para la comunidad que está detrás de vosotros expectante y con fuertes sentimientos de unidad, viviendo al unísono estos momentos en la asidua oración al Dueño de la mies y de los sembrados.

La comunidad eclesial se ha fiado de vosotros. Y vosotros, aceptando la tarea, también os habéis fiado de ella. Yo, como miembro de esa comunidad, os quiero agradecer de corazón vuestro compromiso. Quiero agradeceros que, acogiendo la llamada de Dios y de la comunidad para proclamar la Buena Noticia, no os hayáis guardado en exclusiva para vosotros solos el tesoro del que sois portadores. Quiero agradeceros el que seáis parejas abiertas y apostólicas. Además, quiero agradecerle al Señor que os haya llamado para ser profetas y os haya destinado a derribar los muros de separación, a encender fogatas de esperanza y a revitalizar el sueño de la utopía.

Llenaos de fuerza. Creed en vuestra misión. Mostrad lo maravillosa que es vuestra relación conyugal, a pesar de su debilidad y de sus miserias, que tanto os hacen sufrir y que tanto lucháis por quitároslas de encima. Haced vibrar a las parejas, cuando habléis de ella.

Os lo repito: estoy con vosotros. Toda la comunidad eclesial está con vosotros. Sois de los nuestros. También nosotros somos vuestros. Formamos una piña unida. Nos pertenecemos. Y esa pertenencia es un precioso regalo no sólo para esas parejas que tienen la suerte de escuchar vuestro compartir, sino también para todos nosotros, que estamos con las manos en el mismo arado, roturando el mismo campo. Estamos en la misma tarea. Tenemos el mismo objetivo. Participamos del mismo estilo de vida. Vivimos la unidad en la comunidad. Estamos presentes los unos a los otros.

Os quiero un montón. Y soy vuestro
José Vico Peinado