No son las cosas que nos acaecen las que nos hacen sabios sino el lograr pasarlas todas por el corazón. En ese pozo hondo de nuestra interioridad reciben una gran luz y todas quedan iluminadas, se hace íntimo lo Transcendente, audible el gemido del Espíritu, experimentable la presencia de Dios. A la luz del corazón todo es presencia de Dios.María fue una mujer reflexiva, todo lo vivió a la altura de su Corazón. En aquellas horas largas de Nazaret María observa, mira detenidamente, da vueltas, queda extasiada, se maravilla, pasa y repasa a Jesús por su corazón. \»El niño iba creciendo -cuenta Ella en un diario imaginario- como los demás niños, aprendía a leer en la escuela como sus compañeros y amaba la palabra de Dios como a su madre. Dentro le brillaba una luz que nadie descubría sino yo. Yo espiaba sus gestos, sus palabras, bebía de sus ojos e intentaba entender el misterio de su alma, porque algo crecía en él enorme que le desbordaba, una misión que estaba más allá de sus ojos, un destino que ahora que han pasado los años comienzo a entender\» (Martín Descalzo). A María meditando también se le va descubriendo Dios.Qué gozo tan inmenso poder ver cada día un mundo más, dejar crecer allá dentro una palabra, sumergirse en su universo esplendoroso, vislumbrar más cerca cada hora la Inmensa Claridad como María.En su casa dichosaen secreto que nadie la veíano miraba otra cosani otra luz y guíasino la que en su corazón ardía.(San Juan de la Cruz)
San Juan, apóstol y evangelista
Jn 20,2-8. El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.