Señor,
soy pobre,
pero tengo una pequeña flauta
llena de música,
que suena siempre para ti.
A veces sueño
que yo mismo
soy esa flauta
en tus manos,
y que el soplo de tu Espíritu
arranca de mi ser
un salmo nuevo, un eco del Magnificat.
Gracias, Señor,
porque en mi corazón,
que es tan pequeño,
has hecho y continúas haciendo
cosas grandes. Amén.