Mi nombre es Aurora Bailón, nací en Monreal de Ariza, Zaragoza, hace 55 años, en el seno de una familia numerosa, sencilla y humilde. Terminé el bachillerato y trabajé durante más 10 años en varias empresas. Mi vida, en ese entonces, correspondía a lo que podríamos llamar “ser buena gente”. Sin embargo, sentía que la vida se me estaba yendo de las manos y que no estaba haciendo lo suficiente para que la justicia y la solidaridad fueran los ejes rectores de la humanidad. Por esa razón me puse a buscar caminos que me permitieran trabajar por esa causa.
En la parroquia del Corazón de María de los Misioneros Claretianos encontré lo que buscaba y después de un proceso de formación y discernimiento, en diciembre de 1981 llegué a Quibdó, junto con dos compañeras, Milagros Vicente y Concha Orús, para apoyar el trabajo pastoral que el P. Gonzalo de la Torre, misionero Claretiano, realizaba en el Medio Atrato, junto con un grupo de seglares, la mayoría mujeres nativas del Chocó. En el equipo teníamos claro que la evangelización debe llevarnos a la humanización y dignificación de las personas y pueblos, es decir debe responder a sus necesidades espirituales y materiales, proyectándolas a construir y vivir su proyecto de vida. Para lograr ese objetivo vimos que nuestro trabajo debía hacer énfasis en los siguientes aspectos:
- Trabajar la conciencia crítica de las personas para superar el fatalismo que nos lleva a creer que las cosas suceden porque “Dios lo quiere”, siendo que muchas veces suceden por el egoísmo y la ambición de personas, instituciones y grupos de poder.
- Despertar el sentido y conciencia organizativa del pueblo afro, pues partimos de que un pueblo que ha tenido que superar tantas injusticias y oprobios a través de la historia, así como luchar por su liberación, necesariamente debe ser un pueblo organizado. Nuestra tarea fue despertar ese sentido organizativo que estaba dormido, ya que, a través de la organización, el pueblo asume el protagonismo que le corresponde y poco a poco va rompiendo las dependencias políticas, económicas, sociales y culturales que históricamente ha ido acumulando, construyendo con autonomía, al mismo tiempo, su propio proyecto de vida.
- Romper la imposibilidad histórica de que en las comunidades no se podía hacer nada y demostrar, con hechos, que sí es posible lograr lo que queremos cuando hay organización y voluntad para ello.
Hoy podemos decir con satisfacción que la evangelización realizada en el Medio Atrato despertó e impulsó el proceso organizativo. Durante estos años la organización ha crecido en autonomía y capacidades, por lo que muchas cosas son asumidas directamente por ella. Sin embargo nuestra tarea como anunciadores de la Buena Nueva no ha terminado. Hoy tenemos el reto de ayudar a cualificar y consolidar el proceso organizativo, trabajando mano a mano con las comunidades y sus instancias organizativas. Por circunstancias de la vida hoy me encuentro coordinando el programa de “Desarrollo Integral para el Medio Atrato”, apoyado por Manos Unidas, en cofinanciamiento con la Comunidad Autónoma de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid, y desde este espacio sigo trabajando por la solidaridad y la justicia porque con este programa pretendemos que las comunidades del Medio Atrato reafirmen su identidad cultural, ejerzan un control territorial y social, y mejoren su producción con un enfoque de economía solidaria aumentando su generación de ingresos y contribuyendo a la consolidación de un modelo alternativo de sociedad. Doy gracias a Dios por haber compartido 27 años de mi vida con las comunidades afroatrateñas, de las que he aprendido muchos valores y a las que siempre llevo en mi corazón, porque forman parte de mi vida.