Al comenzar este tiempo litúrgico, una circunstancia temporal se convierte en llamada a interrumpir nuestra posible inercia. Las lecturas de este día recalcan: “Ahora” (Joel 2, 12). “Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación” (II Co 6, 2).
Se abre un tiempo propicio, un tiempo de gracia, tiempo de misericordia, de reconciliación, de conversión, de amor, de justicia. No lo dejes para mañana, ahora es el momento, ahora es la llamada, ahora tienes la oportunidad de comenzar de nuevo, de reiniciar tu andadura, de dejar el lastre, el peso insoportable, originado por acumulación de sentimientos negativos.
Me ha sorprendido la exégesis que hace el Papa Benedicto XVI en la Carta de Cuaresma sobre la “justicia de Dios”, referencia que en algunos momentos hemos podido escuchar con tintes apocalípticos. Cuando, según, el Papa, la justicia de Dios no es como la nuestra: “En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante”. “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas” (Jl 2,13).
Pero lo más sobrecogedor es que la justicia de Dios se ha manifestado en la ofrenda amorosa de su Hijo. “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a Él, recibamos la justificación de Dios” (IICo 5,21).ÇSólo desde la confianza que nos transmite la revelación es posible atreverse a reconocer la propia debilidad: “Yo reconozco mi culpa”. “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 50).
Te deseo un comienzo esperanzado de este tiempo cuaresmal. Cuarenta días de especial llamada a la oración, al ejercicio de la caridad y al dominio propio.