«No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Lo dice el mismo Jesús. Ahí queda eso. A nosotros, a los que nos cuesta tanto aceptar lo que nos dicen, que pensamos que no nacimos ayer, y que ya sabemos lo
que hay que hacer. Jesús no hacía más que transmitir lo que había visto hacer al Padre, lo que el Padre le pedía. Actuar como actúa su Padre (que es el nuestro). Actuar siempre, para hacer la voluntad del Padre. Ese es también nuestro compromiso. Para eso, hay que orar mucho y, en ocasiones, sufrir mucho. Sobre todo, si no nos gusta lo que Dios quiere de nosotros. Confía. Al final, haciendo la voluntad de Dios, serás feliz. Como Jesús, como María, como tantos santos a lo largo de la historia. Confía y sé feliz.
Oración.
Padre nuestro,
que das a cada uno según sus
necesidades
y prometes juzgar
según los méritos acumulados,
ayúdanos a hacer una verdadera
penitencia,
grata a tus ojos
y útil para nuestros hermanos.
Aumenta nuestra humildad,
para que busquemos
solo hacer tu voluntad.
Amén.