Aún duran los efectos del Año Santo Jubilar de la Misericordia que nos ofreció el papa Francisco como expresión de su magnanimidad y en coherencia con su discurso sobre el perdón divino, que se ofrece a todo aquel que se deja perdonar. Guardo en la memoria la expresión franciscana: “Nos cansamos nosotros antes de pedir perdón que Dios de perdonar”.
La misericordia tiene dimensiones entrañables, y el tiempo de Cuaresma es propicio para celebrar el perdón que brinda la Iglesia; es también ocasión propicia para devolver amor por los bienes recibidos, entre ellos el de sabernos amados por Dios.
Te pido que contemples el logo del Año de la Misericordia para comprender mejor hasta dónde llega la revelación de la identidad divina, del Padre misericordioso, manifestado en su Hijo Jesús, el ungido para dar la buena noticia a los pobres y a todos los que sufren.
En el logo reconocemos la figura de Cristo, que se echa a los hombros, como pastor bueno, la humanidad de Adán, rescatada gracias a las llagas luminosas del Resucitado. El cuerpo del hombre aparece a manera de gran estola, vestimenta regia y sacerdotal, con la que se reviste el Señor. En esta actitud podemos contemplar que Dios se reviste con la naturaleza humana como túnica sagrada, y por esa opción, el ser humano alcanza la dignidad de la semejanza divina.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos ha visitado la Luz que transfigura toda realidad, y presta a todo rostro la semblanza del Hijo Amado de Dios, el nacido de Mujer. Por este misterio hemos sido revestidos de dignidad, que nada ni nadie podrán borrar.
El don supremo de la Redención debiera manifestarse en cada creyente con expresiones semejantes a las que Jesucristo ha tenido con nosotros. Solo cuando uno se siente amado, perdonado, comprendido, el bien hacer no es una ascesis, sino una respuesta coherente.
Es tiempo de perdonanza, de acoger conscientemente el don del abrazo divino, que nos posibilita participar en el banquete de los hijos de Dios. Es tiempo de convertirnos en mediación de la misericordia a través de los gestos, palabras y actuaciones por las que se nos pueda identificar como discípulos de Jesús.
Cuando los discípulos de Juan preguntaron al Maestro si era Él el Mesías, o tenían que esperar a otro, Él respondió citando las muestras de su opción por los más necesitados. Es tiempo de gracia, es tiempo de misericordia.