Mísión

    La palabra, derivada del latín «missio», significa «envío». Referida a la Iglesia indica que «ha si­do enviada» para dar testimonio de Jesucristo hasta los confines de la tie­rra. Como el Padre envió a su Hijo, así Jesucristo, escogió a doce para «estar con él y enviarlos a predicar» (Me 3,13-14), y después de la resu­rrección les confió la misión de su Iglesia (Mt 28,16-20).

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.    Sin embargo, durante muchos si­glos más que de misión de la Iglesia se ha hablado de «misiones», refirién­dose a la acción de anunciar el evan­gelio, convertir y bautizar a los hom­bres de los países no evangelizados. Dicha acción la realizaban los misio­neros enviados por las Iglesias de los países católicos (europeos pri­mero y, después, norteamericanos). Recientemente se ha recuperado la palabra «misión», en singular, para expresar que toda la Iglesia es misio­nera, y no sólo los misioneros (gene­ralmente sacerdotes o religiosos) y que zonas de misión no hay que considerar sólo a las que no han re­cibido el primer anuncio del Evan­gelio, sino también zonas que, sien­do sociológicamente católicas, han visto aumentar progresivamente las personas y sectores alejados de la fe, no creyentes o insuficientemente evangelizados.

    En este sentido más profundo y evangélico de «misión», ésta se identi­fica con «evangelización». La Iglesia ha sido enviada a evangelizar y, tiene conciencia de que la fuerza, la au­toridad y la legitimación de cuanto realiza no proviene de ella, sino de Aquel que le ha confiado la misión, el envío.