Madrid 10 mayo 2007 (IVICON).- Este domingo, Benedicto XVI inaugurará, en el santuario de Aparecida (Brasil), la V Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM). Sobre este importante acontecimiento habló en Madrid el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, religioso salesiano, durante su participación en la Semana Nacional de Vida Religiosa el pasado mes de abril.
Mons. Maradiaga es una de las voces más altas y claras del episcopado latinoamericano a la hora de hablar de la problemática del continente. En el haber de la palabra autorizada del cardenal está su condición de arzobispo de Tegucigalpa y presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras. También fue secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) entre 1987 y 1991, y después presidente de 1995 a 1999. Asistió a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se celebró en Santo Domingo (República Dominicana) en 1992. Y participó en 1997 en la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos. Es uno de los 266 participantes en la V Conferencia General del CELAM.
¿Por qué una nueva cumbre del episcopado latinoamericano?
Cardenal Maradiaga: La Conferencia de Aparecida era una necesidad. Han pasado quince años después de la Conferencia de Santo Domingo, hemos cruzado el umbral del tercer milenio, estamos ya frente a desafíos que eran inéditos en aquel entonces, como toda la revolución biogenética, con aquellas fronteras que Juan Pablo II llamaba en la ‘Novo Millennio Ineunte’ las fronteras de la nueva evangelización, y están ahí desafiándonos.
¿Qué cambios se han producido para convocar la Conferencia de Aparecida?
Cardenal Maradiaga: Tenemos toda la fuerza de una globalización, que se ha reducido a lo económico y que, por consiguiente, está deshumanizándonos; y una revolución informática que está tristemente incomunicando. Muchos jóvenes han escogido los medios de comunicación para incomunicarse, para aislarse. Todo eso desafía a la evangelización y, desde el punto de vista de discípulos y misioneros, creo que Aparecida será un signo de esperanza y al mismo tiempo una respuesta, pues debemos dar una respuesta.
¿Qué espera de la V Conferencia del CELAM?
Cardenal Maradiaga: A mi juicio, el modelo pastoral que estamos aplicando está agotado y por consiguiente estamos un poco desorientados. Necesitamos un nuevo fuego, un nuevo impulso, y creo que la Conferencia de Aparecida lo puede dar. Al menos la preparación ha sido muy intensiva en las diócesis, y hasta las comunidades de base más pequeñas han dado sus aportes. Nos decía el presidente del CELAM poco antes de Semana Santa, cuando nos reunimos todos los presidentes de Conferencias Episcopales de América Latina, que fueron mil y pico las páginas de aportes en todas las Iglesias, lo cual hace ver que hay mucho interés. Ahora esperamos no defraudarlos.
¿Aparecida será como Puebla o Medellín?
Cardenal Maradiaga: Espero no ser demasiado utópico pero yo quisiera que fuera más todavía, más que Medellín y más que Puebla, que verdaderamente respondiera y entusiasmara a nuestros agentes de pastoral de algo muy nuevo que se llama la misión. Cuando se pierde el ímpetu misionero empezamos a envejecer y a morir, porque la Iglesia es misionera por constitución: ser misionera es un elemento indispensable de su identidad. De hecho, la palabra del Señor es clara: “Id”. Cuando se nos olvida que somos enviados nos instalamos y entonces es ya muy poco lo que tenemos que decir a un mundo que necesita siempre el fermento evangélico.
¿Por qué la Iglesia ha perdido gancho en América Latina?
Cardenal Maradiaga: Quizás por acostumbrarnos a un modelo pastoral y querer hacer más de lo mismo. Pero el Espíritu Santo ni está de vacaciones ni duerme. Nos falta apertura al discernimiento de los signos de los tiempos cuando los tenemos muy provocadores hoy día: uno de ellos es la opción por los pobres, pero ya requiere respuesta. Para mí la opción por los pobres está tomando un cariz muy evidente y se llama reducir la desigualdad, porque América Latina es el continente más desigual del mundo y reducir estas desigualdades es lo que tenemos que hacer; cómo hacerlo es otro desafío enorme.
¿Cree que se va a aludir a la Teología de la Liberación en Aparecida?
Cardenal Maradiaga: Claro que sí. Le diré (y espero no estar revelando ningún secreto) que poco antes de Semana Santa hemos tenido en el CELAM una reunión con algunos teólogos de la liberación, que también nos han dado su aporte para la Conferencia de Aparecida. Es un camino que se ha seguido aunque siempre hemos dicho que no es una corriente unívoca, pues ha habido distintas corrientes de Teología de la Liberación. Algunas, a mi juicio, siguieron el camino equivocado cuando tomaron una ideología política como análisis de la realidad, pero hay cantidad de cosas que casi no se mencionan y que son frutos positivos, como las comunidades eclesiales de base, la organización comunitaria, la pastoral más cercana al pueblo, los mismos esfuerzos por la opción preferencial por los pobres. El rostro de la Iglesia del continente es un rostro muy distinto al que había antes de Medellín o de Puebla, de modo que yo espero que Aparecida será un gran impulso evangelizador.
¿Que va a suponer la presencia de Benedicto XVI en la inauguración?
Cardenal Maradiaga: Tiene mucha importancia porque es el primer viaje que hace como Papa a América Latina, si bien antes ya estuvo: en Guadalajara me tocó acompañarlo en una reunión; estuvo en Perú también, pero esto es también otro lenguaje. Estamos esperando su discurso inaugural de la Conferencia, que sin duda será un discurso muy importante, y esperamos que él nos sabrá poner los puntos sobre las íes en la problemática aguda del continente.
¿Qué balance hace de los cambios políticos que se han producido en el continente?
Cardenal Maradiaga: Después de tantos años de Medellín y de Puebla, nos damos cuenta de que hay un vacío que se quedó ahí. Los cambios son necesarios, tienen que venir, pero no vienen. ¿Por qué? Se pensó un tiempo que se podían lograr con la lucha armada y tantos años de violencia no condujeron a nada, casi a empates técnicos, y en cambio nos damos cuenta de que los cambios tienen que venir del mundo de la política y de los políticos, y ahí está un tabú: la Iglesia no se debe meter en política. Al contrario, la Iglesia debe evangelizar a los políticos y el mundo de la política. ¿Por qué será que muchos católicos cuando entran en la política se olvidan de Cristo y del Evangelio y se acercan más al Príncipe de Maquiavelo? Porque no hay esa raíz y se piensa que lo espiritual es algo privatizado, se quiere privatizar la fe y la misma práctica religiosa y eso es un error porque la fe cristiana básicamente es comunitaria y si nos olvidamos del bien común y de la Iglesia como comunidad, estamos transmitiendo un mensaje equivocado. Creo que ese desafío tenemos que emprenderlo aunque nos ataquen, porque de lo contrario no va haber cambios.
¿No cree que se ha reducido la implicación de los sacerdotes en la política latinoamericana?
Cardenal Maradiaga: Yo diría que en cierto sentido sí, pero en otro sentido no. Tenemos el renacer y la aplicación de la doctrina social de la Iglesia en todo el continente. Hemos celebrado el II Congreso Latinoamericano de Doctrina Social de la Iglesia en septiembre pasado en México, que fue verdaderamente esperanzador, diciendo: ‘Una nueva América Latina es posible’. El cambio social es un horizonte donde los religiosos de una manera callada y silenciosa, pero muy activa, están trabajando fuertemente. Yo sostengo que el compendio de la doctrina social de la Iglesia es un instrumento de trabajo muy valioso y se está haciendo buen uso de él.
¿Qué opina de los obispos que dejan la mitra para presentarse como candidatos a las elecciones?
Cardenal Maradiaga: No es que sean demasiados. Si se refiere al de Paraguay [Fernando Lugo Méndez, obispo emérito de San Pedro, conocido como “el obispo de los pobres”, candidato a las elecciones presidenciales de 2008], le conozco, somos amigos y hemos trabajado juntos. Él colaboró conmigo en el CELAM cuando yo era presidente. Es una persona recta, muy bien intencionada, que está hastiado de la corrupción de su país. No es nuestro camino ni nuestra vocación, pero en casos excepcionales lo puedo comprender. El caso de Argentina [Joaquín Piña, jesuita catalán nacido en Sabadell y obispo emérito de Puerto Iguazú, cabeza de lista del opositor Frente Unidos por la Dignidad (FUD)] es un poco más complicado, pero en Paraguay es muy claro: la corrupción llegó hasta arriba y ya no se puede más, y entonces puedo comprender que él haya tomado esa opción.
¿La corrupción favorece el surgimiento de líderes como Evo Morales?
Cardenal Maradiaga: Es un gran cuestionamiento para los políticos y los partidos políticos que ya no tienen nada que ofrecer más que “voten por nosotros para que podamos robar y enriquecernos a nuestro gusto con los bienes del Estado”. Eso es lo que el pueblo ya no soporta más. Y entonces el péndulo se fue de un extremo al otro. Ojalá que estos nuevos líderes puedan hacer algo por el país.