Hay fiestas de María que nos evocan una fecha como la visitación a su prima. Otras, como ésta de la Presentación nos traen a la memoria su alma. La Sagrada Escritura no nos dice nada acerca de la Presentación de María niña en el templo. Sólo revela como por una ventana el alma de la Señora. Un alma que estuvo presentada desde siempre a Dios, hecha toda ella un templo dedicado a la gloria del Espíritu. Los templos son espacios sagrados que los hombres dedican exclusivamente al Misterio. En ellos reina el silencio, se escucha sólo una Palabra, todos aclaman las maravillas del Señor. Pues algo así fue el corazón de María: una tierra sagrada no hollada por nadie, entera propiedad del Altísimo donde El puso su morada y allí permaneció para siempre. Allá en el fondo del ser de la Señora no se oye nada. El estilo de María es el silencio y no tiene prisa por hablar. Ella sólo sabe poner el oído en su corazón para escuchar el sonido de lo Alto y sólo alguna vez en la vida se desata su alma para decir unas pocas palabras esenciales: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra; Proclama mi alma la grandeza del Señor.Tampoco el Señor tuvo prisa por hablar. De hecho permaneció treinta años en retiro y sin decir palabra. Sólo tres años empleó para contarnos lo que había visto y oído en el corazón del Padre, tres años de palabra interrumpidos por tantas noches de silencio. Que Santa María oidora del Misterio nos ayude a hacer este viaje a nuestro interior para escuchar en él los rumores de Dios.
San Francisco Javier, presbítero
Lc 10,21-24. Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo