En un libro, The Book of Hope (El libro de la esperanza), en el que Douglas Abrams compartió autoría con Jane Goodwall, el autor hace esta declaración: Crear la raza humana quizá sea el más craso error realizado jamás por la evolución.
Dice esto irónicamente, ya que reconoce que la aparición de la raza humana fue claramente proyectada por el proceso evolutivo y que, más bien que ser un error colosal, es la cima del proceso. No obstante, hoy, la raza humana es una tremenda amenaza para el planeta tierra. Dicho sencillamente, en la actualidad hay más de siete mil millones de personas en el planeta, y ya en muchos lugares hemos consumido los limitados recursos de la naturaleza más rápidamente de lo que la naturaleza es capaz de reponerlos. Para el año 2050, habrá probablemente diez mil millones. Si continuamos negociando como de costumbre, el planeta, sencillamente, no podrá soportarnos, al menos si seguimos con nuestro presente estilo de vida.
Y el estilo de vida al que hacemos referencia aquí no es, en primer lugar, el manirroto estilo de vida de los ricos que pueden ser irresponsables y consumir más que su cupo de recursos. Ellos, desde luego, contribuyen al problema e influyen indebidamente al resto de nosotros en nuestros propios hábitos de consumo; pero, el estilo de vida al que aludimos aquí es el que tú y yo, consumidores conscientes, estamos viviendo, aun cuando conservemos, reciclemos, hagamos compost con residuos orgánicos, conduzcamos coches eléctricos y tratemos de vivir con sencillez.
Voy a exponer mi caso. Yo trato de ser sensible a lo que mi propio consumo está haciendo a la madre tierra. Comparado con los que tienen un estilo de vida lujoso, puedo alegar que vivo con notable sencillez. No compro lo que no necesito. Tengo un guardarropa muy pequeño y soy cauto en la cantidad de electricidad y agua que gasto. Conduzco un sólido coche de segunda mano y trato de usarlo sólo cuando es necesario. Ayudo a asegurar que el termostato de nuestra casa esté regulado como para garantizar el mínimo uso de energía eléctrica y vivo en una casa relativamente pequeña; reciclo e intento usar tan poco plástico como me es posible.
Pero, por otra parte, tengo dos ordenadores, uno de escritorio en mi oficina, y otro portátil en casa. Tengo un teléfono móvil que, a través de los años, ha requerido ser puesto al día cuatro veces diferentes a la espera de comprar un modelo nuevo y librarme del viejo por inservible. Me ducho diariamente y, según el trabajo físico y ejercicio, a veces lo hago por segunda vez. Conduzco un coche. Viajo en avión al menos una vez al mes por motivos de conferencias y encuentros, y vuelo internacionalmente varias veces al año para visitar a la familia. No poseo gran vestuario, pero mi ministerio y trabajo exigen un cierto equipo de ropa (que cumplo mínimamente).
Pienso que puedo alegar un estilo de vida sencillo, teniendo en cuenta donde vivo y el trabajo que realizo. No obstante, de manera realista, si todos los más de siete mil millones de personas que hay en el mundo vivieran como vivo yo, no habría bastantes recursos para sustentarnos. En conclusión, el mundo no puede soportar a ocho mil millones de personas si cada uno vive como yo lo hago y como la mayoría de nosotros lo hacemos en los lugares más desarrollados del mundo. ¿Cuál es la respuesta?
Podemos dejar un sentimiento de culpa en nosotros mismos y los demás, a pesar de que esto no es necesariamente útil. ¿Qué puede ser útil? No existe una respuesta fácil. Aquellos de nosotros que vivimos en unas zonas más desarrolladas de nuestro mundo podemos hacer cambios, pero ¿podemos fácilmente suspender el uso de los ordenadores y los teléfonos móviles? Podemos ahorrar agua, pero ¿podemos abandonar nuestros actuales patrones de higiene? Podemos ahorrar electricidad, pero ¿podemos fácilmente dejar de conducir nuestros coches y oscurecer por la noche todos los edificios de nuestra ciudad? Podemos ser más escrupulosos en lo mucho que viajamos en avión, pero ¿podemos vivir sin viajar en ellos? Podemos reducir lo que compramos de exceso en comida, exceso en ropa y exceso en lujos y entretenimiento. Podemos reciclar, hacer compost con residuos orgánicos y no usar bolsas de plástico; y todo esto, bien conjuntado, marcará la diferencia. De veras, se necesita hacer todo esto. Con todo, aunque esto sea tan útil, no solucionará el problema por sí solo.
Para Jane Goodall, por encima de estas cosas individuales, necesitamos realizar acciones colectivas con el fin de dar solución a la amenaza existencial que pesa sobre este planeta. Goodall designa tres: Primera, debemos atenuar la pobreza. Si hay personas que viven en una pobreza que las deja tullidas, se comprende que talarán el último árbol para lograr alimentos o pescar el último pez, porque están desesperadas por alimentar a sus familias. Segunda, debemos erradicar la corrupción en los gobiernos y la avaricia en las corporaciones. Sin un buen gobierno y compromiso por el bien común en los negocios, es imposible solucionar nuestros enormes problemas sociales y medioambientales. Además, los que por su propio beneficio rehúsan enfrentarse al problema continuarán no desafiados. Por último, colectivamente también, debemos afrontar de manera realista la tensión entre nuestro estilo de vida y el continuo crecimiento de la población en este planeta. Los consumidores negligentes son parte del problema, pero igualmente lo somos todos los demás -yo incluido- que nos tenemos por personas que viven con sencillez.