La infancia en Paraguay es muy numerosa. Niños y niñas abundan por doquier. Pueblan los hogares, las escuelas, los campos, las calles, los barrios, los pueblos y la capital. Ayer, 16 de agosto de 2008, se celebró en todo el país el “Día del Niño”. No todos se percataron de esta fecha. No todos hicieron fiesta. No todos fueron obsequiados con pequeños regalos. Muchos volvieron a amanecer sobre un cartón en alguna vereda, sin cariño, sin el arrimo de seres queridos. No todos pudieron compartir globos, canciones, juegos, golosinas…
Muchos niños y niñas nos lanzan su mirada y nos preguntan ¿por qué a nosotros no nos llega la fiesta? ¿Quién nos invita a la mesa? ¿Qué mal hemos hecho? ¿Por qué nos toca siempre a nosotros la peor parte? ¿Por qué no tenemos nada? Aquí la situación de la infancia es tremendamente dura, desgarradora, injusta. ¿Dónde queda el derecho del niño a una infancia feliz, buena alimentación, vivienda digna, educación gratuita, juegos…? ¿Por qué son los últimos? Con dolor y esperanza, le pido a Dios y me pido a mí mismo que ningún niño pierda nunca la salud, la sonrisa, las ganas de vivir, la belleza de todos sus años. ¡Nunca más los niños olvidados!