Señor Jesús,
tú eres el Verbo de Dios
hecho hombre
que habita entre nosotros.
Eres el mensajero y el mensaje,
el profeta y la profecía,
el salvador y la salvación,
el anuncio y la realización plena
del reino de Dios entre nosotros.
Sales a nuestro encuentro
en el camino de Emaús
cuando vamos tristes,
decepcionados,
desesperanzados,
y enciendes nuestro corazón
con la llama de tu palabra.
Te damos gracias porque has sido
eres y serás siempre para nosotros
fortaleza en la debilidad,
luz en la tiniebla,
aliento en la tribulación,
seguridad en la duda,
vida en la muerte.
Haz, Señor, que aprendamos
a escucharte siempre
con todo nuestro ser;
que, a imitación de María,
guardemos tus palabras
para meditarlas en nuestro corazón
como buenos discípulos y seguidores tuyos.
Concédenos que, llenos de ti,
acertemos a comunicar a nuestros hermanos
lo que hemos visto y oído.
Sólo así seremos testigos de tu reino
y viviremos con fidelidad
la vocación a la que tú nos llamas cada día.
Amén.