Oración – Buscando Orientación por Parte de Dios

19 de diciembre de 2011

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.En su autobiografía titulada “La Larga Soledad”, Dorothy Day nos narra un momento my difícil de su vida. Acababa justamente de convertirse al cristianismo, después de un largo período de ateísmo, y después había dado a luz a su hija. Durante su etapa de ateísmo, se había enamorado de un hombre que había hecho de padre para su hijo; y ella y este hombre, ateos desilusionados con la corriente dominante de la sociedad, habían pactado no casarse jamás, como reacción contra los convencionalismos de la sociedad.

Pero su conversión al cristianismo había cambiado aquel mundo de arriba a abajo. El padre de su hijo le había dado a ella un ultimátum; si bautizaba a su hijo, romperían y acabarían para siempre su relación. Dorothy optó por bautizar al niño, pero pagó un precio muy alto por ello. Ella amaba profundamente a aquel hombre y sufrió lo indecible por su ruptura. Además, dado que su conversión la alejó de todos sus círculos sociales anteriores, la situación empeoró más todavía que con la ausencia de un amigo del alma. Se quedó también sin empleo, sin ayuda económica para su hijo y sin su anterior propósito y meta en la vida. Se sintió terriblemente sola y perdida.

Y esto la llevó al borde del desastre, y a ponerse de rodillas, literalmente. Un día tomó el tren para Washington, D.C., desde Nueva York, y pasó todo el día en oración en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción. Y, como confidencialmente nos dice en su autobiografía, aquel día su oración fue descaradamente directa, humilde y clara. Fundamentalmente le dijo a Dios, una y otra vez, que se sentía perdida, que necesitaba una dirección clara para su vida y que necesitaba esa dirección entonces mismo, no en un futuro distante. Y, como Jesús en el Huerto de los Olivos en Getsemaní, repitió esa misma oración cantidad de veces.

Aquella misma noche tomó el tren de vuelta a casa y, cuando subía a su apartamento, un hombre, Pedro Maurin, estaba sentado en la escalera, quien le invitó a comenzar el periódico “El Trabajador Católico”. El resto es ya historia.

Nuestras oraciones no siempre obtienen respuestas tan rápidas y directas, pero siempre obtienen respuesta, como Jesús nos asegura, porque Dios no niega el Espíritu Santo a los que lo piden. Si pedimos orientación y ayuda, se nos concederá.

En la Escritura observamos muchos ejemplos notables de personas que, como Dorothy Day, buscan orientación de parte de Dios por medio de la oración, especialmente cuando se sienten solas y con miedo, al afrontar en sus vidas algunas perturbaciones importantes o algún sufrimiento inminente. Vemos esto, por ejemplo, en Moisés, quien, cuando se siente perdido en el desierto y enfrentando una rebelión de su propio pueblo, sube al Monte Horeb para pedir orientación de Dios. Y vemos lo mismo en Jesús, quien escala también el Monte Horeb para orar, y que pasa noches enteras en oración, esforzándose por alcanzar tanto la orientación como el valor que necesita para su misión.

Analizando la oración de Moisés, de Jesús, de Dorothy Day y de otros incontables hombres y mujeres que han orado buscando orientación por parte de Dios, vemos que su oración, especialmente cuando se sienten más solos y desesperados, está marcada por tres actitudes: Honestidad, franqueza y humildad. Alzan sus mentes y sus corazones a Dios, no a ningún otro. Comparten con Dios su soledad y sus miedos con atrevida honestidad. No hay fingimiento, ni racionalización, ni encubrimiento de debilidades. Desahogan sus temores, su ineptitud, sus tentaciones y su confusión, como lo hacen los niños cuando suplican que alguien les eche una mano en ayuda.

Existe un paralelo interesante con esto en algunos de nuestros cuentos clásicos de hadas, en los que la figura de Dios aparece con frecuencia en forma de un ángel, un hada, una zorra o un caballo. Siempre, a los que se acercan a esa especie de dios con excesiva confianza, arrogancia o fingimiento se les niega todo consejo y toda magia. Y a la inversa, a los que se acercan a esa especie de dios con humildad y admiten que están perdidos en su búsqueda, se les retribuye con orientación y magia. Hay ahí, en eso, una importante lección de oración.

Todos nosotros, en diferentes momentos de nuestra vida, nos encontramos solos, perdidos, perplejos, y tentados de despistarnos por un camino que no nos conducirá a la vida. En tales momentos necesitamos acercarnos a Dios con una oración decididamente honesta, franca y humilde. Como Dorothy Day necesitamos presentarle a Dios nuestros verdaderos temores e inseguridades, orando repetidamente: “¡Tengo miedo, Señor! ¡Me siento tan solo y aislado en esto! ¡Me siento ya sin fuerzas! ¡Estoy cargado hasta los topes de ira! ¡Estoy amargado por muchas cosas! ¡Odio algunas situaciones a donde me ha llevado mi moralidad cristiana! ¡Tengo envidia de otros que no sienten mis inhibiciones morales! ¡Me siento tentado en situaciones de las que me siento avergonzado! ¡Necesito mucha más ayuda de la que me has ido otorgando! ¡Envíame alguien o envíame algo! ¡Señor, si quieres que siga por este camino, tienes que ayudarme mucho más! ¡Lo necesito ahora mismo!”

Y después… tendremos que esperar, con paciencia, en “adviento”. Seguramente Pedro Maurin no aparecerá esa noche en el umbral de nuestra casa o a la vuelta de la esquina, pero, si la experiencia de impotencia del desierto ha cumplido su misión, un ángel vendrá a fortalecernos. Seguro.