Señor Jesús,
gracias por haberme llamado
a cuidar a mis hermanos enfermos.
Tú los has puesto en mi camino
como signo de tu presencia
y de tu misión en el mundo,
y has querido hacerles tus preferidos
hasta el punto de identificarte con ellos.
Tú, Señor, llamaste benditos de tu Padre
a quienes se acercan al enfermo
para llevarle el consuelo de su visita
y sobre todo de su dedicación.
Tú has prometido a quienes cuidan
a estos tus hermanos menores
tomar posesión del reino
que está preparado para ellos
desde toda la eternidad.
Dame, Señor, esas manos tuyas
hechas para curar, para acariciar, para servir,
y ese corazón tuyo hecho para amar
con predilección a quienes viven
clavados en la cruz del dolor
y del sufrimiento.
Que aprenda a arrodillarme
con el respeto y la ternura
del buen samaritano, que eres tú,
a la vera del camino
donde un hermano herido
necesita y espera mis cuidados.
Tú que eres el médico y la medicina de Dios
y has querido hacerme colaborador tuyo
en esta misión de servicio,
dame la gracia de responder plenamente
a tu llamada,
y haz que mi vida sea hoy, mañana y siempre
cauce vivo de tu misericordia.