Orar es ganar tiempo

Es mucho más urgente que otras cosas
a las que frecuentemente les damos preferencia. Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
Más indispensable que determinados encuentros, discusiones, organización de actividades, visitas…
Todo esto, por supuesto, se tiene que hacer, y hacerlo bien.
Pero, en esta sociedad nuestra, la oración necesita especial intensidad y calidad.
Por supuesto que no debemos confundir la fecundidad apostólica con la eficiencia operativa.
Dentro de un ritmo de vida sostenible sereno, entra el no estar siempre deprisa, acelerados, física y psíquicamente cansados.
Entra un centrar la vida en Cristo pasar tiempo con él.
En un contexto y una sociedad acentuadamente secularizados,
importa mucho dedicar tiempo al contacto personal, íntimo, vivo, verdadero y sostenido con Jesús.
Por supuesto que hay que hacer esto sin descuidar el resto.
Así, se gana tiempo.
No quiero multiplicar los motivos para justificar esta afirmación,
que de gratuita no tiene nada.
Ahí queda como una intuición y una convicción.
Orar es algo por lo que hay que comenzar para empezar bien.
Algo que no puede faltar para no perder el tiempo.
Se equivoca uno mucho cuando se entra en determinados servicios
sin "despertar la memoria del corazón".
Una vez más, la oración es una necesidad vital.
Con todo esto no intento convencer a nadie, pero sí confirmar a muchos.
No está mal reafirmar el argumento con palabras de santa:
"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (Santa Teresa de Lisieux).

 José María Arnaiz En Vida Nueva 2536