Somos tan sólo papeles manchados,
en todos los sentidos.
Manchados por nuestros pecados,
rotos por nuestras incoherencias,
pisados por la envidia de otros.
Pero somos también papeles
coloreados por tu Letra, Señor,
grabada en nuestros corazones.
Las palabras de tu consuelo,
los versos que otros nos dijeron;
somos sólo eso,
lo que otros nos quisieron.
Quiero, Señor, ser sólo tu papel;
blanco de humildad,
sin arrugas por sencillez.
Donde se plasmen para siempre
la sangre del oprimido,
la lágrima del pobre,
y el sudor del honrado.
Donde cada noche,
escribas Tú el encanto.
Y ojalá que esta novela,
que soy yo pero que es tuya,
puedan leerla otros ojos
y sea aliento y consuelo,
compañía y afecto.