Para toda la familia

Esta, experiencia la puedes realizar a solas o en grupo (sugerimos que se haga en familia).

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

  • Busca un lugar cercano a donde vives. No hace falta que sea un rincón espectacular, de los que anuncian las oficinas de turismo. La belleza se esconde en muchos sitios.
  • Prepara tu mochila con agua, fruta. Prepara, sobre todo, tus sentidos. El campo es una fiesta para los sentidos: los ojos, el tacto, el gusto, el oído, el olfato.
  • No te sorprendas si te brota la alabanza al Creador. Suele ocurrir cuando uno descubre el milagro de la vida.

 

Ponte en camino

  • Vence las perezas y dificultades de última hora y sal de tu casa. Que tu vida no huela a cerrado.
  • Haz una señal, la de los cristianos. Es una preciosa forma de comenzar todo.
  • Canta una canción a María, la mujer peregrina: “Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven”.
  • Camina sin ansiedad, muy abierto/a a las sorpresas. No se trata de llegar el primero a nada, sino de aprender a vivir.
  • Si encuentras a alguna persona, salúdala con cariño. Las personas son lo mejor del paisaje.
  • Fíjate en la piedra, en su dureza y colorido; toca el árbol y su corteza; mete la mano en el agua del arroyo y escucha con atención la sinfonía de las pequeñas cascadas; adivina dónde se esconde el agua cuando veas juncos o hierba verde; detente ante plantas o insectos desconocidos; observa las hormigas con sus idas y venidas y sus fardos de comida al hombro; inclínate para oler las flores y las plantas… No olvides que hoy es la fiesta de tus sentidos.

 

Tiempo para orar: Salmo 34

  • El campo está lleno de recursos para orar. Jesús los utilizó en abundancia.
  • El Espíritu es lugar abierto, donde corre el aire, da el sol, te moja la lluvia, te toca y te habla la vida.
  • Siéntate y ora con este salmo. Lo han hecho antes que tú millones de creyentes.
  • Agradece el efecto curativo que tiene el caminar por el campo con atención.
  • Añádele nuevas estrofas, la belleza produce belleza.
 
Oh Dios,
tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales.
Oh Dios,
tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia.
Oh Dios,
tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Rezuman los pastos del páramo,
y las colinas de orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan.

Al finalizar la jornada

  • Comparte lo que has descubierto con los que te han acompañado.
  • Cuéntales las parábolas que has descubierto en contacto con la naturaleza para vivir mejor tu vida, para entender mejor a Dios.
  • Mira cómo se expresaba Teresa de Jesús: “En cada cosita que Dios crió hay más de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita”. “Aprovechábame a mí ver campo o agua, flores; en estas cosas hallaba yo memoria del Criador”. Y admira también cómo lo hacía Juan de la Cruz:
“Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de hermosura”.