Parábola de Adviento

1. SALUDO

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Alguien escribió hace unos años una preciosa parábola sobre” las estaciones del espíritu”… Ya podéis suponer que se refería al abrigo que proporciona a cada creyente cada una de las estaciones del año: la primavera, el verano, el otoño y el invierno. En comunión con su intuición, quiero proporcionar unas pistas –sendas tal vez mejor- para vivir la estación del ADVIENTO

2. CANTO: “Ven, ven, Señor, no tardes"

3. PARÁBOLA DE ADVIENTO

“Érase una vez el viento. Apenas salir de casa se dirigió al molino viejo. Su antes blanca piel, ahora desconchada y llena de grietas, lamentaba no tener fuerzas para mover su enorme rueda de piedra…

Fue precisamente el viento, robusto y fuerte, quien de nuevo le permitió al molino hacer su ruidoso trabajo sin que le gruñera el molinero….

Habiendo hecho su labor, el señor viento llamó a otra puerta vecina del molinero en el mismo pueblo. Era la puerta de un chalet. Cerrada con un fuerte candado, el viento no pudo colarse: ¡se lo impedía una pesada puerta de hierro… Siguiendo su trabajo, se dirigió a otra casa, cerca del río. Un pequeño arroyuelo cantaba con su suave murmullo mientras se lavaba la cara un chopo en sus cristalinas aguas. Un señor tosco y enfadado salió a recibirlo echándole a cajas destempladas: “¡Fuera de aquí, tú no traes más que frío y hielo!”.
-Buscaré nn jardín para dormir tranquilo la noche -se dijo el viento-. Así lo hizo. Pero apenas verle las rosas, le amenazaron con sus agudas espinas y le dijeron que se fuera, que aquel no era su sitio…

4. CANTO: “¿En dónde están los profetas, que en otros tiempos nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar?… (R. Cantalapiedra).

5. PROSIGUE LA PARÁBOLA…

Lo mismo hicieron con él otras puertas de madera, de iglesia y convento… Cabizbajo fentonces el viento recordó aquella inmensa encina que siempre le había acogido entre sus ramas, aquel nogal sin hojas, aquel manzano blanco, aquel castaño de otoño…

Mas él quería conocer sitios nuevos. Así que movió sus alas y, siguiendo el camino, se encontró con dos burritos que sacaban curiosos su cabezota por encima de cuatro palos viejos que servían de puerta. Un pastor alemán, sonriente, ligero, le lamió los pies al viento indicándole dónde podía descansar un rato…

Habiendo estirado sus largas piernas en el ancho prado, se despidió agradecido y contento de aquellos dos burritos del manso y atento perro. -¡Gracias!- les dijo- y al momento emprendió de nuevo su vuelo.

Poco a poco se fue haciendo amigo del pueblo: de sus gentes, de sus niños, de sus personas mayores, de los ojos del puente, de la torre de la iglesia, de la escuela, de sus huertos…

¡Todos le invitaban a cantar y a dormir, y él aceptaba el regalo muy contento!…

6. SILENCIO E INTERIORIZACIÓN (música de fondo)

7. CANTO: "Un día por las montañas apareció un peregrino”. (R. Cantalapiedra).

8. PROSIGUE LA PARÁBOLA…

Conoció sus pequeñas montañas, se acercó al manantial junto a las eras, salió al campo con las ovejas, sonrió a los caballos y a las vacas, saludó a sus carros dormidos, viejos…

Un día, cuando el sol salía alegre y rojo por el horizonte, el señor viento movió misteriosamente sus alas. Mas nadie supo decir dónde se habría escondido… Solo pudieron repetir a todo el mundo que su aspecto era moreno y fresco, amable, cordial… Que tenía siempre sus manos limpias, la voz de niña clara y un corazón lleno de susurros, de nostalgias, de lluvia fresca…

Cuenta la historia de aquel lugar que, desde aquel día, todos los hombres y mujeres endulzaron sus palabras: tocaban cada domingo las campanas y se juntaban para pintar de rojo su largo manto, sus dedos delgados y estirados, sus cunas y recuerdos”…

9. MUSICA CLÁSICA, íntima, serena.

10. SALMO DE ADVIENTO

Señor de cielo y tierra, del bosque y del desierto, del pueblo y las ciudades, del atrio y las campanas.
Señor del pan y del rocío,
Que vistes de domingo los viajes y saludos, las miradas y visitas.
Señor de niños y mayores, que te sientas con nosotros sin trono ni bastón en una sencilla silla.
Señor, que peinas nuestros sueños con tus dedos y silencios, y nos pones en los pies alas libres de golondrina.
Es tu casa la gloria; noticia nueva, mañana, flor de lilo y almendro, grito y resurrección.
Mil coros de ángeles aplauden tu presencia con vuelos y aleluyas, con su voz y su blancura.
En ti confluyen los ríos, los pájaros, los montes, los árboles, los besos, la lluvia y el candor.
Preside hoy nuestra mesa.
Come sin prisa con nosotros. Queremos decirte muchas cosas, hablarte de los hijos, saber de tus designios, presentarte a los amigos, hablar, escuchar, descubrir tus proyectos y misterios.
Hemos puesto un mantel grande donde caben todos sin aprietos: hermanos, indios, negros, pobres, libres y sencillos.
No queremos recurrir al reparto desigual de quedarse alguien
sin pan o sin tu carne bendita.
Ensancha nuestro horizonte, reparte tu paz
y tus estrellas para que vivamos juntos en el patio de tu gloria. Amén.