Cada vez veo menos la televisión; aunque la verdad es que a veces me entretiene mientras coso, o plancho.No me voy a referir a los muchos programas de mal gusto (que no los aguanto) pero sí siento la necesidad de expresar mi indignación cuando veo cómo se utiliza a los niños para ciertos programas que no son ni mucho menos “infantiles”. A propósito de esto, ha surgido actualmente un nuevo “artista” de 5 años llamado Raulito, que, como otros muchos que hay en la vida ha salido muy despierto y con una gran facilidad de aprendizaje. Claro que, afortunadamente, no a todos los padres que tenemos un hijo con estas características se nos ocurre “la feliz idea” de someterle a un aprendizaje rápido de letras de canciones modernas y con mucho ritmo con los correspondientes movimientos de baile, imitando a los artistas originales; hacer que el niño grabe un disco lanzándole propagandísticamente a recorrer todos los canales de televisión para que el niño haga la correspondiente actuación en programas de adultos, incluso a horas intempestivas. Le someten a un interrogatorio para que el niño haga gracia a los telespectadores, respondiendo éste, como solo un niño de 5 años puede hacerlo por muy espabilado que sea.Soy absolutamente sincera al decir que, la primera vez que le vi, sentí la ternura propia de su gracia y desparpajo; pero en las siguientes actuaciones me produjo una infinita tristeza pensando cómo unos padres, a quienes Dios les ha hecho el regalo de tener un hijo así, en lugar de limitarse a darle una educación y una enseñanza adecuadas para que pueda ser una persona de bien, como artista, como cantante o lo que sea, aprovechando las aptitudes del niño, optan por beneficiarse con su propia satisfacción, lucrándose al mismo tiempo de los beneficios por la grabación y venta de un disco, sin considerar los perjuicios personales que a ese niño le van a ocasionar por muchos motivos.No quisiera que esto se interpretara como un crítica (no soy yo quién para criticar a nadie) sino que, lo que deseo expresar, como he dicho anteriormente, es que me dan mucha pena estos padres y otros muchos en situaciones similares, porque ignoran que los hijos no son “algo que nos pertenece” sino que, el hecho de traerlos al mundo, nos da la enorme, a la vez que maravillosa, responsabilidad, de formar unos hombres y unas mujeres, que sean capaces en su momento, de formar parte de una sociedad digna. Esta es la mayor grandeza de ser padres.
San Francisco Javier, presbítero
Lc 10,21-24. Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo