“Cuando entra la gracia, no hay opción – los humanos deben bailar”.
El excelente poeta y ensayista W.H. Auden escribió esas palabras; y suenan tan bien que ojalá fueran verdad. Cuando la gracia entra en un lugar, habríamos de comenzar a bailar, pero, triste es decirlo, la mayoría de las veces permitimos que alguna tontería, alguna picadura insignificante de mosquito, nos vuelva cegatos y nos impida percibir la presencia de la gracia.
Digo esto con un poco de lástima, no con cinismo. Todos sabemos cómo los mosquitos pueden estropear un picnic. Un ejemplo: Estás celebrando tu cumpleaños en el patio trasero de tu casa, montando un picnic con tu familia y tus amigos. El tiempo es perfecto, calienta suavemente el sol, el ambiente es apacible y todo te invita, a tu alrededor y en tu interior, a sentirte contento y agradecido. Esto es el “Sábado” en sentido bíblico: Estás celebrando la vida; es tu cumpleaños. Gozas de buena salud, estás rodeado de familiares y amigos que te quieren, disfrutas del tiempo libre, gozas de un paréntesis lejos de la rueda agotadora del trabajo…, y todo esto acompañado de sabrosa comida y buena bebida. Ha entrado la gracia –la armonía y el buen talante– y todo es maravilloso, excepto una cosa: ¡los mosquitos! Cuando empieza a oscurecer, los mosquitos comienzan a infiltrarse con discreción, ocasionando una picadura aquí y otra picadura allá hasta que finalmente casi todos los invitados pierden su concentración y están preocupados vigilando las partes expuestas de su piel. Con el tiempo, la buena animación y el agradecimiento en su mayor parte se evaporan y la irritación contra los mosquitos acaba efectivamente con cualquier invitación al baile. ¡El picnic se va desintegrando por una serie de picaduras de mosquitos!
Todos nosotros podríamos contar cientos de incidentes de este tipo. Dadas la complejidad y contingencia de nuestra vida diaria, algún tipo de mosquitos se hace siempre presente. Siempre hay algo de lluvia en cada desfile, alguna irritación casi en cada situación de la vida y algún elemento que desafía a la pura gracia casi en cada momento de la existencia. Raras veces nos llega la vida pura, libre de toda sombra. Por eso las espiritualidades antiguas decían que “vivimos en un valle de lágrimas”. En nuestra vida nunca experimentamos un momento de clara y pura alegría. Todo nos llega envuelto en sombra, como con un mosquito en el picnic.
Así pues, no es siempre fácil bailar, aun en la clara presencia de la gracia. Las picaduras de mosquitos pueden causarnos la pérdida de la perspectiva, la pérdida del gran cuadro, el que precisamente nos hubiera hecho ver y celebrar la gracia, aun frente a alguna irritación menor. Una irritación menor puede hacernos perder de vista la gracia enorme que Dios nos ofrece.
Hoy en día existe una literatura espiritual y sicológica muy rica que nos desafía a tratar de vivir con mayor plenitud el momento presente, y a no permitir que nuestras tristezas y sinsabores del pasado o nuestras ansiedades sobre el mañana nos estafen las riquezas del hoy. Pero, como bien sabemos, es más fácil decirlo que hacerlo. Siempre se atraviesan solapadamente en nuestro presente elementos de nuestras pasadas y medio-olvidadas canciones de cuna cuando éramos niños, un rostro casi olvidado, un amor dejado atrás, una profunda humillación en el patio de recreo en nuestro pasado escolar, un paso en falso que todavía nos ronda nocivamente y otras mil cosas de nuestro pasado. Y el futuro influye también negativamente en nuestro presente al preocuparnos con ansiedad sobre una decisión inminente, sobre la reunión que tenemos que tener mañana, sobre lo que el doctor nos dirá en nuestra próxima consulta y sobre cómo afrontaremos el próximo pago de nuestra hipoteca… El momento presente nunca se nos acerca limpio y puro.
Y, sin embargo, el desafío permanece, reto importante y saludable: ¡No consientas que las picaduras de mosquito de la vida te cieguen de forma que no percibas la presencia más amplia de la gracia! Uno de mis escritores espirituales favoritos, el famoso monje benedictino David Steindl-Rast, expresa este reto con mucha fuerza, aunque lo hace resaltando lo positivo. He aquí un párrafo de sus escritos:
“Piensas que éste es simplemente otro día cualquiera en tu vida. No es justamente otro día; es el único día que se te da hoy. Se te da a ti, personalmente; es un regalo. Es el único regalo que tienes ahora mismo; y la única respuesta correcta es la gratitud. Si no haces nada más que mantener esa respuesta al gran regalo de este día único, si aprendes a responder como si este día fuera el primero o el último de tu vida, entonces habrás empleado muy bien este día”.
Pero ésa es una gracia que no viene a nosotros fácilmente; hay que pedirla fervorosamente. Los mosquitos harán acto de presencia, de forma indefectible, en cada picnic de nuestra vida. Es un hecho indiscutible. El reto consiste en no perder de vista la presencia más amplia de la gracia a causa de las irritaciones menores, insignificantes.